America’s Voice, Washington, DC
La derrota del segundo al mando en la mayoría republicana de la Cámara Baja, Eric Cantor, de Virginia, no fue directamente provocada por el tema migratorio. Pero sin duda ha salpicado el panorama, desde las posibilidades legislativas y administrativas, hasta las estrategias de cara a las elecciones intermedias y las generales de 2016.
Los republicanos no daban señales de presentar ningún proyecto de reforma migratoria, al menos no del tipo que provea una vía a la ciudadanía, y la derrota de Cantor minimiza esas posibilidades. Él perdió su primaria ante un candidato del ala republicana del Partido del Té que lo acusó de promover una «amnistía» por sugerir legalizar a los dreamers.
Cantor nunca presentó esa medida y, de hecho, se desligó de ella tan pronto comenzaron a acusarlo de ser pro «amnistía». El congresista ha sido uno de los principales obstáculos a la reforma en la Cámara Baja y es totalmente errada la noción de que perdió porque quiso impulsar esa reforma.
Si perdió fue por el error que cometen muchos legisladores, sobre todo los que, como él, están más pendientes de ocupar puestos de poder que de legislar.
Su derrota también refleja el giro cada vez más a la derecha del Partido Republicano, desechando la idea de que los ultraconservadores del Té van de salida. Plasma la guerra civil que desde hace tiempo libran los republicanos no para apelar a minorías, sino para ver quién es más extremista.
Eso coloca al Partido Republicano en una encrucijada ante los comicios de 2016. A menos que surja un aspirante capaz de apelar a diversos sectores electorales y no únicamente a conservadores anglosajones (y que sobreviva la primaria), 2016 no pinta bien para los republicanos.
En 2012 Mitt Romney perdió la elección ante el presidente Barack Obama a pesar de haber logrado 59% del voto anglosajón. Sólo 27% de los latinos votó por él.
Lindsey Graham, senador republicano de Carolina del Sur que apoya la reforma migratoria y ganó su primaria, lo resumió así en Face the Nation: «Si seguimos jugando el juego de que la autodeportación es la única respuesta para el Partido Republicano, habremos destruido nuestras posibilidades en el 2016 y le habremos asestado un golpe mortal a nuestro partido porque para el 2050 la mayoría en el país serán afroamericanos, hispanos o asiáticos».
Graham es parte del reducido sector republicano que ve en el apoyo a la reforma migratoria la vía para acercarse al voto latino y de otras minorías, con base en el argumento de que aunque los republicanos quieran apelar a los latinos en temas económicos y de educación, el mensaje es eclipsado por la imagen de antinmigrante que se han ganado a pulso.
Los cambios demográficos son implacables, pero los republicanos actúan como si estuvieran aislados en una burbuja y sólo representaran a anglosajones.
Una de las pruebas del partido será la selección del sustituto de Cantor, quien renunció como líder de la mayoría, efectivo el 31 de julio. Entre los aspirantes figuran dos republicanos que han coqueteado con la reforma migratoria amplia para luego dejarla como novia de rancho: vestida y alborotada.
Kevin McCarthy, el número 3 y caza votos de la Cámara baja, es el puntero. ¿Qué hará McCarthy para ganar? ¿Garantizarle al caucus republicano que lo único que se discutirá de inmigración son medidas de corte policial y seguridad fronteriza y cero legalización? McCarthy, de California, representa, empero, un distrito 35 por ciento latino y agrícola que depende de mano de obra inmigrante.
Raúl Labrador, republicano de Idaho, de origen puertorriqueño y simpatizante del Té, quiere hacerle la competencia. Labrador abandonó incluso un grupo bipartidista que negociaba un acuerdo migratorio acusando a los demócratas de sólo querer explotar el tema políticamente.
Los demócratas (y los potenciales aspirantes a la nominación demócrata) se benefician políticamente del asunto porque sólo tienen que tildar a los republicanos de antinmigrantes. Pero la realidad es más complicada.
Sin legislación crece la presión sobre Obama para ofrecer un alivio administrativo a la deportación, aunque la Casa Blanca insiste en que la Cámara baja puede legislar.
Lo que haga o no haga Obama puede incidir en la general de 2016 colocándolo también en una encrucijada. Si continúa retrasando el alivio administrativo, se le seguirá acusando de alimentar su maquinaria de deportaciones. Si lo que anuncia es limitado, corre el riesgo de generar apatía entre el sector del voto latino para quien la inmigración es un tema definitorio. ¿Y qué será de su legado?
Este domingo 15 de junio se cumplieron dos años de que la Casa Blanca, bajo intensa presión y en año electoral anunció el programa de Acción Diferida (DACA), para proteger de la deportación y conceder permisos de trabajo a los dreamers. Esos jóvenes y otros sectores abogan por la ampliación de dicho programa ahora ante la falta de reforma legislativa.
En medio de los cálculos políticos, los perdedores son, como siempre, los inmigrantes y sus familias estadunidenses que siguen aguardando por la solución que no llega.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice