En Tijuana, ciudad mexicana fronteriza con California, un basurero al que muchos vecinos le atribuyen haber ocasionado muertes, cáncer y defectos congénitos fue cerrado finalmente después de años de lucha de la comunidad. ¿Pero qué ha pasado con las familias afectadas? ¿Siguen padeciendo enfermedades? ¿Y se ha estudiado el sitio en cuestión, para determinar el nivel de prevalencia de sustancias toxicas? Manuel Ocaño reporta desde esa frontera.
Yolanda Aguilar vive a escasos tres metros del basurero El Jibarito de Tijuana, un amplio lugar de varios acres donde se ven desechos recientes y antiguos. Unos obreros con maquinaria pesada acercaron la basura al hogar de Aguilar en marzo pasado.
«Cuando yo estaba embarazada, el señor removió la tierra y olía muy feo», recuerda Aguilar.
Su hijo, Sergio David, tiene apenas cuatro meses de edad y ya ha tenido varias cirugías.
«Mi niño, al nacer sus intestinos se le subieron a un pulmón. A los dos días de nacido lo tuvieron que operar, porque no podía respirar por sí mismo», dice Aguilar.
Dice Aguilar que los médicos llegaron a la conclusión de que podría haber afectado a su niño que vivía cerca del basurero. El caso del bebé no es un asunto aislado, dice el pastor Albert Rivera.
«Tenemos personas que han muerto por la contaminación, malformaciones, abortos involuntarios de bebés que mueren dentro del vientre de sus madres, casos de cáncer, tumores», asegura Rivera.
En las inmediaciones del basurero hay unas siete colonias, son cerca de 14 mil residentes. Los vecinos levantaron un censo de más de 800 familias que han sufrido consecuencias serias, que alegan que son por la contaminación. La familia de la señora Ana Bella Reyes es una de ellas.
«Tuve una bebita anencefálica, no se le formó su cerebro», dice Reyes. «Nació nada más con la mitad del cráneo y me dijeron que era por el lugar donde vivía, la contaminación y los gases».
Oficialmente, el gobierno de Tijuana ordenó que fuera clausurado el lugar hace más de una década, pero el sitio siguió operando con permisos a particulares que otorgó ilegalmente un empleado del municipio que ya enfrenta sanciones,
Rodolfo Rodríguez Miranda, es el actual dueño del lugar y obtuvo los permisos para operar el basurero entre agosto y finales del año pasado. Al hablar sobre los daños que ha causado la contaminación , el empresario se distancia de las consecuencias, pues asegura que él fue quien comenzó a sanear el lugar que se usó con negligencia durante décadas y donde se acumularon desechos tóxicos y orgánicos sin ningún orden.
«Yo tengo todos los permisos», aseguró Rodríguez. «Si no, es obvio que ya me hubieran cerrado. Porque ellos quieren cerrar. Si esto tiene más de 20 años tirándose el bio-gas, y hasta ahora que llego yo, ahora sí todo es un show. Rogaño era el que estaba, hoy se está saneando esto».
Con una serie de protestas, los vecinos forzaron hace unas semanas que las autoridades federales reaccionaran. Inspectores de medio ambiente visitaron el lugar y lo cerraron; prohibieron que se vuelva a usar como basurero, público o privado.
Pero aunque el lugar fue clausurado, la situación no ha cambiado para los residentes de la zona, que son familias de bajos recursos y no tienen otra alternativa de vivienda. El activista Rivera dice que los residentes de escasos recursos tienen que pagar como pueden por atención médica costosa, pues la asistencia médica social es limitada a casos no complicados.
«Venía a ser que nos iban a mandar médicos profesionales para que atendieran el problema grave de salud que existe por la contaminación, pero no han venido», dice Rivera.
Además, dice Rivera, el sitio sigue igual que antes de ser clausurado: no han llevado otros desechos, pero tampoco se ha saneado o recubierto para proteger a la población. Peor aún, ahora hay escurrimientos subterráneos de los desechos que fueron acumulados durante años y, en la parte más baja, forman una especie de manantial de aguas negras.
Según Rivera llegan hasta el lado estadunidense de la frontera. Dice que algunos vecinos han seguido el pequeño arroyo en tiempo de lluvias y ven que el agua cruza la frontera que tiene un decline de Tijuana a San Diego.
«Y aquí, de la nada, sale un arroyo de aguas negras y va a Los Laureles ya Imperial Beach, y está contaminando ambas naciones, tanto Tijuana como San Diego», dice Rivera.
Para la Edición Semanaria de Noticiero Latino informó desde Tijuana, México, Texto y foto: Manuel Ocaño.