Maribel Hastings
America’s Voice
Tras sus visitas de médico a la Isla del Encanto para recaudar fondos de campaña, decir cantinfladas sobre cómo encarar la crisis fiscal de esta colonia ―en resumen, que nos lleve el diablo, pues no podemos acogernos a la ley federal de quiebras―, y como tantos otros prometer hacer lo posible para que se defina el estatus de Puerto Rico, algo que a nadie en Washington realmente le importa, el senador floridano Marco Rubio ganó cómodamente la primaria republicana en Puerto Rico.
En juego estaban 23 delegados: 20 regulares y 3 superdelegados. Bueno, digamos que la primera opción de los 3 superdelegados era Jeb Bush, de haber sobrevivido el proceso de primarias, de manera que Rubio fue algo así como plato de segunda mesa. Rubio sólo ha ganado dos primarias en la contienda por la nominación presidencial republicana: Minnesota y ahora Puerto Rico.
Sí, la Isla del Encanto, colonia de Estados Unidos desde 1898, puede participar de las primarias presidenciales, pero como los ciudadanos de segunda clase que nos ha tocado ser, los boricuas que residen en la Isla no pueden votar en la elección general de noviembre aunque se nos apliquen las leyes federales. Eso sí, tan pronto cruzan el charco y se radican en los Estados Unidos continentales, los boricuas pueden registrarse de inmediato y sufragar en la elección general.
Rubio barrió en la primaria republicana jíbara, pero Donald Trump quedó en el segundo puesto aunque bastante rezagado.
El diario El Nuevo Día entrevistó a votantes boricuas que apoyan al bocón magnate y algunos citaron su experiencia empresarial como razón para favorecerlo. Nada sorprendente entre los habitantes de una Isla azotada por una deuda impagable de más de 70 mil millones de dólares, altas tasas de desempleo y un trato médico también de segunda clase, comenzando con recortes al sistema de Medicare y Medicaid. Puerto Rico recibe menos fondos federales para estos programas que otros estados de la Unión y tiene el nivel de pobreza más alto que cualquier otro estado.
Puerto Rico, con sus 3.7 millones de habitantes, tiene más delegados republicanos que Vermont, y más delegados demócratas que cuatro de los estados que participaron del Supermartes. Aunque Congresos van y vienen y argumentan que Puerto Rico tiene que decidir su destino político, la realidad es que a los republicanos no les haría gracia un estado de casi 4 millones de hispanos con el potencial de ser mayormente demócratas.
Y aunque no voten en la general, la realidad es que los 5 millones de puertorriqueños que viven en Estados Unidos forman parte de ese preciado voto hispano requerido para ganar la Casa Blanca. Aunque en la Isla los boricuas tienen altos índices de participación electoral, cuando se radican en Estados Unidos hay que movilizarlos, y este año no será la excepción.
El éxodo generado por la crisis económica los ha llevado mayormente a La Florida, especialmente Florida central, donde radican más de un millón de puertorriqueños y diversos reportes aseguran que se están registrando sin afiliación a ningún partido, lo cual los convierte en un voto oscilante, especialmente en un estado como La Florida, vital para ganar la Presidencia.
Los esfuerzos de registro de este sector electoral están en marcha.
¿Votarán los puertorriqueños republicanos de La Florida por Rubio? ¿Ganará el senador en su propio estado o Trump le dará la pelea como dicen los sondeos? La primaria floridana del 15 de marzo es cerrada sólo a los republicanos y en juego hay 99 delegados.
Los boricuas de la Isla, ¡Ay, Bendito!, no podrán votar en la elección de noviembre. Pero los electores boricuas en Estados Unidos se encaminan a influir, junto a otros hispanos, el resultado de la elección presidencial■