Por Charlotte Huff
El joven sostuvo el medicamento en su mano y pensó usarlo para terminar con su vida.
Pero súbitamente lo soltó y dijo, “No. Necesito ayuda”, y corrió a una sala de emergencias en Laredo, Texas, contó Kimberly Gallegos, quien a principios de este año se desempeñaba como trabajadora social de crisis para un centro de salud mental local y ayudó a evaluar a este paciente.
Gallegos tuvo que determinar si el adulto joven, latino de unos 30 años, debía ser hospitalizado de inmediato o podía volver a su casa sin riesgo hasta que recibiera atención ambulatoria.
Finalmente el joven regresó a su hogar, en donde vivía con su madre y un hermano, contó Gallegos. La familia acordó esconder el medicamento, que pertenecía a otro miembro de la familia; y vigilar cualquier conducta problemática y otras señales de alerta de suicidio.
La experiencia de este adulto joven ilustra lo que los expertos definen como una “paradoja suicida”. Aunque los latinos enfrentan desventajas económicas y otras formas de estrés en sus vidas, su tasa de suicidio es aproximadamente un tercio de la de los blancos no hispanos, tanto en Texas como a nivel nacional.
Los expertos atribuyen la tasa de suicidio relativamente baja entre los latinos a una cultura en la que prevalecen los fuertes sistemas de apoyo familiar y comunitario, que parecen brindar cierto grado de protección.
“Me hizo sentir mucho mejor saber que ahora la familia era consciente de lo que estaba pasando, y que por eso lo vigilarían mucho más”, dijo Gallegos.
En Texas, la tasa de suicidios entre los blancos no hispanos ha aumentado de manera constante durante los últimos 16 años, de 13.4 muertes por cada 100 mil residentes en el 2000, a 19.2 muertes por cada 100 mil en 2016. En ese mismo período la tasa se mantuvo prácticamente sin cambios entre los hispanos, con 6.7 suicidios por cada 100 mil residentes en 2016, igual que la tasa nacional.
En todo el país, los suicidios han aumentado casi un 30% desde principios de siglo.
Como grupo, los latinos enfrentan obstáculos que pueden afectar su salud y bienestar: ganan menos que los blancos no hispanos y es más probable que no tengan seguro de salud. En 2017, el 16.1% de los hispanos no tenía seguro, en comparación con el 6.3% de los blancos no hispanos, lo que dificultó el acceso a la atención de salud mental y otros tratamientos. Además, los inmigrantes latinos enfrentan los desafíos de mudarse a un nuevo país, a veces huyendo de la violencia y otras condiciones traumáticas.
Pero la práctica del “colectivismo”, la construcción de una red de relaciones a través de la familia extendida, los compañeros de trabajo y los amigos, prevalece en la comunidad latina y puede ayudar a proporcionar una red de seguridad emocional, dijo Luís García, quien ha desarrollado programas de prevención del suicidio para jóvenes latinos en California. Incluso las actividades como los picnics regulares de la iglesia o ir a bailar salsa (y otras músicas) puede ayudar, dijo García, vicepresidente de diversidad cultural en Pacific Clinics, con sede en Arcadia, California.
“Los latinos prefieren trabajar en grupo”, dijo García. “Es algo que, créanme, practicamos a diario”.
Lazos que unen
Sin duda la comunidad latina es una población multifacética, conformada por inmigrantes de numerosos países, que no debería observarse a través de una sola lente o conjunto de suposiciones, enfatizaron García y otros investigadores. Y no todas las relaciones familiares o comunitarias son necesariamente sanas.
Aun así, cuando las familias inmigrantes se asimilan y se vinculan con su propia cultura latina, también lo hacen sus efectos protectores, según un estudio publicado en 2014 en el Journal of Clinical Psychiatry. Los investigadores, que analizaron los pensamientos e intentos de suicidio, encontraron que esas inclinaciones aumentaron a medida que los latinos pasaron más años en Estados Unidos y comenzaron a perder su fluidez en español y sus conexiones con los lazos sociales y la identidad latina.
Además, los jóvenes latinos parecen más vulnerables a los intentos de suicidio que los adolescentes blancos no hispanos. En 2017, el 8.2% de los estudiantes hispanos de secundaria dijo haber intentado suicidarse el año anterior, en comparación con el 6.1% de los blancos no hispanos y el 9.8% de los negros no hispanos, según datos federales.
Sin embargo, la mayor tasa de intentos de suicidio entre adolescentes latinos no ha resultado en un aumento correspondiente en las muertes por suicidio, por razones que no están claras, dijo Luis Zayas, profesor de la Universidad de Texas en Austin y autor del libro “Latinas Attempting Suicide: When Cultures, Families and Daughters Collide”.
García, de Pacific Clinics, dijo que una posibilidad es que el intento de suicidio sea el grito adolescente de búsqueda de ayuda, y que finalmente encuentren un sistema de apoyo con base en sus propias culturas que los alejan de esas ideas.
Sin embargo, a veces se debe alentar a las personas vulnerables a que busquen ese apoyo. Saraí, una latina de 15 años del sur de California que pidió que no se use su nombre completo, dijo que la diferencia en su caso la hizo una consejera de salud mental en Pacific Clinics, quien la ayudó a comunicarse con amigos y familiares, en lugar de reprimir sus sentimientos.
Los problemas de Saraí se manifestaron cuando comenzó a cortarse. Su familia no se dio cuenta porque llevaba mangas largas para cubrir las marcas en sus antebrazos.
“Pensé que cada vez que lo hacía, dejaría salir algo de la frustración, la ira y la tristeza que tenía dentro”, contó Saraí.
Un día, se encontró sentada en el piso de la cocina, mirando en el gabinete del fregadero y pensando en el suicidio. “Sólo estaba mirando la botella de cloro y pensando: ‘Esto es todo. Solo lo voy a hacer’. Pero luego escuché los pasos de mi madre, y volví a la realidad por completo”.
La experiencia la asustó tanto que le dijo a su familia que necesitaba hablar con alguien sobre su ansiedad. Inmediatamente buscaron ayuda profesional.
La consejera de Saraí la convenció para que compartiera sus sentimientos en lugar de infligirse dolor a sí misma, contó la adolescente latina.
Con el tiempo, Saraí habló con su hermana mayor sobre su historial de cortes y la llamó tarde una noche cuando tuvo la tentación de hacerlo de nuevo. “Hablamos hasta las 3 de la madrugada”, recordó Saraí. La intención de lastimarse a sí misma “desapareció por completo”, agregó.
Cynthia Rodríguez, quien ha asesorado a Saraí durante cerca de un año y medio, dijo que alentó a la adolescente a no ocultar sus luchas emocionales y “aprovechar” el apoyo de amigos cercanos.
Saraí finalmente les dijo a algunos amigos que solía cortarse. “Se convirtieron en mi pequeña segunda familia”, dijo.
¿Datos perdidos?
Si bien el apoyo familiar y comunitario puede explicar parcialmente la paradoja del suicidio, es probable que no sea el único factor. También puede ser que algunos suicidios latinos se clasifiquen incorrectamente, en parte debido al estigma asociado con este acto, dijo Ian Rockett, profesor emérito de Epidemiología en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de West Virginia, quien ha investigado el tema del suicidio por largo tiempo.
La información federal sobre suicidio, recopilada a través de certificados de defunción, se basa en los datos que envían los médicos forenses locales, familiares y otros, dijo Rockett. Puede ser más difícil dilucidar lo que sucedió con una sobredosis de opioides que cuando un automóvil termina chocando con un árbol, explicó.
Una pista es una nota. Uno de los estudios de Rockett, publicado a principios de este año encontró que casi el 33% de los blancos no hispanos que se suicidaron dejó una nota, en comparación con el 26.5% de los hispanos y el 19.6% de los negros no hispanos.
En Laredo, Gallegos supo que el joven que había pensado en suicidarse creía que el suicidio estaba en contra de la religión de su familia y que los había avergonzado tan sólo con tener pensamientos suicidas.
Una vez que se dio cuenta que su madre no tenía tales creencias, su tensión comenzó a aliviarse, dijo Gallegos, quien ahora trabaja como asesora de gestión de calidad para el centro de salud mental con sede en Laredo.
“Estaba mucho más tranquilo”, dijo Gallegos. “Estaba agradecido que su madre lo apoyara”.
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