Maribel Hastings
Mientras la novela del impeachment sigue su curso, los escenarios por venir no ofrecen gran consuelo. Sucede que ha quedado claro que mientras más asediado se siente Donald Trump, más veneno destila con total impunidad y con el aval del cobarde liderazgo republicano del Congreso. Y más la emprende contra sectores vulnerables, como los inmigrantes, su preferida válvula de escape para mantener el apoyo de su base.
No es mera casualidad que en medio de las diversas crisis políticas de esta presidencia haya dos constantes: primero, que Trump las sobrevive; segundo, que para mantener a esa base contenta cuadruplica esfuerzos a fin de seguir atacando a sus chivos expiatorios favoritos, los inmigrantes, su mejor carta en 2016, a lo largo de su caótica gestión, y su estrategia de reelección en 2020.
Si no, sólo pase revista por todas las crisis y verá que, aparte de sobrevivirlas, Trump lo hace intensificando la crueldad de sus políticas migratorias: desde la separación de familias y la detención en jaulas de niños y refugiados en condiciones infrahumanas hasta pisotear las leyes de asilo; poner trabas a inmigrantes con documentos, así como ponderar la posibilidad de dispararle a las piernas a los migrantes o de colocar en la parte superior de su muro púas que perforen su piel, con el fin de disuadirlos de cruzar la frontera.
Desconozco qué ocurrirá con la pesquisa en torno al potencial impeachment de Trump. Aunque la cámara baja, de mayoría demócrata apruebe artículos de residenciamiento (destitucion) por la conducta ilegal del presidente de solicitar apoyo a una nación extranjera, Ucrania, para enlodar a un potencial contrincante demócrata, Joe Biden, en la elección presidencial del 2020, parece improbable que el Senado de mayoría republicana tenga las agallas de enjuiciar al mandatario.
El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell tiene un doble discurso: por una parte, dice que si la cámara baja aprueba artículos de residenciamiento, el Senado cumplirá su gestión constitucional de enjuiciar a Trump. Pero en un video de campaña en Facebook, McConnell declara que “la forma de frenar el impeachment es con una mayoría (republicana) en el Senado y conmigo como líder de la mayoría”.
Y el triste espectáculo de los republicanos tratando de justificar lo injustificable, defendiendo conductas ilícitas que no tolerarían a ningún demócrata, tampoco ofrece esperanzas de que Trump vaya a ser destituido. Por ejemplo, la entrevista del senador republicano de Wisconsin, Ron Johnson, en Meet the Press este domingo, dio vergüenza ajena. Aunque la semana pasada Johnson se mostró preocupado ante la posibilidad de que Trump haya condicionado la ayuda exterior a Ucrania a que esa nación investigara a Biden y a su hijo Hunter, el domingo defendió a Trump diciendo que el presidente había negado enfáticamente que esto haya sucedido. Como si la palabra de Trump tuviera algún peso. Como si no mintiera a la menor provocación.
Pero ningún republicano quiere ser atacado por Trump. El senador republicano de Utah y exaspirante a la presidencia, Mitt Romney criticó a Trump y el presidente anda diciendo que debe ser residenciado.
Trump intimida a todo el Partido Republicano que a su vez antepone la conveniencia política a la decencia, los valores, la Constitución, la democracia. No son sus víctimas, son sus cómplices.
Sólo imagine lo que puede ocurrir cuando uno de los partidos políticos en la rama legislativa, el Republicano, confabula con el presidente para normalizar lo ilegítimo. Peor aún, si la rama judicial, encabezada por Bill Barr, también actúa como marioneta de Trump. Sólo piense qué puede ocurrir si el proceso de impeachment progresa. Y en caso de que Trump no fuera residenciado, imagine qué puede suceder si en 2020 pierde la elección. Tenga por seguro que afirmará que hubo fraude y que el victimario es la víctima ¿Instará a sus huestes a la violencia?
Pronto sabremos hasta dónde es capaz de llegar un acorralado Trump■