Maribel Hastings
America’s Voice, Washington, DC
En contraste con la juramentación de Donald John Trump como el 45to presidente de Estados Unidos, donde diversos medios hicieron hincapié en una audiencia mayormente de rostros blancos ―y bastante reducida, por cierto― que celebraban el momento, el sábado un inmenso mar de rostros de todos colores, género, intereses y causas abarrotaron la capital federal, así como otras ciudades del país y del mundo, para recordarle que es presidente, pero no dictador. Que muy a su pesar seguimos viviendo en una democracia y sus excesos serán combatidos.
Trump, quien llega a la presidencia con uno de los índices de aprobación más bajos, parece que no tiene asuntos más apremiantes en mente y dedicó el sábado a combatir los reportes de que la multitud que acudió a su investidura no fue tan grande como la de Barack Obama en 2009. Su secretario de prensa, Sean Spicer, ofreció su primer encuentro con la prensa en la Casa Blanca sólo para literalmente regañarlos y de paso ofrecer cifras erradas para insistir en que más personas usaron el Metro de Washington, D.C., el viernes en la juramentación de Trump que en las de Obama en 2009 y 2013.
Esa fue la preocupación central de Trump, que su multitud fuera menor a las de Obama. Spicer declaró que la de Trump «atrajo la mayor audiencia que jamás haya presenciado una inauguración, y punto». Para citar a Trump en Twitter, lo dicho por Spicer es «WRONG» and «SAD».
De refilón Spicer también dijo que la prensa exageró la cifra de manifestantes contra las políticas de Trump. En Washington, D.C., sin duda se trató de uno de los eventos más concurridos jamás vistos. Reportes de prensa dicen que sumando los eventos en otras partes del país y del mundo los manifestantes sobrepasaron el millón.
A Trump y su séquito no parecen importarle las causas de las manifestaciones con las que fue recibido en la capital federal, en el resto del país y en el mundo porque el viernes al juramentar dejó muy en claro que sólo parece interesado en gobernar para los 63 millones que votaron por él, ignorando a los 66 millones que no lo hicieron por él. Ofreció un discurso desafiante, arrogante, negativo y divisivo que no augura nada bueno.
La pregunta es, ¿qué auguran las multitudinarias marchas del sábado?
Tras el triunfo de Barack Obama en 2008 y su juramentación en 2009 no hubo marchas similares al día siguiente, pero sí se gestó el movimiento del Partido del Té para combatir la agenda económica de Obama, y también promovió una agenda socialmente conservadora. Pese a sus diferencias internas, los amotinados del Té han tenido peso dentro del Partido Republicano en su agenda, y han ganado escaños en el Congreso.
Las movilizaciones del sábado representaron a los diversos sectores que son objeto de ataque en la presidencia de Trump: mujeres, inmigrantes, la comunidad LGBTQ, otras minorías, los derechos civiles, religiosos, la libertad individual y la protección del medio ambiente, entre otros.
Aunque comprobaron que fueron más en el voto popular, fue Trump quien ganó el voto electoral y por eso estamos donde estamos.
La interrogante es si de tanto diverso interés puede surgir un frente unido que combata los potenciales excesos de Trump, porque hay dos salidas: la de divide y conquistarás, o la de en la unión está la fuerza. Y ahora más que nunca esta última es la tabla de salvación.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice