La poeta, cantante, curandera y colaboradora de muchos años de Radio Bilingüe, Silvia Parra murió de cáncer en la Ciudad de México. Silvia, protagonista de las artes escénicas en el pujante distrito de artistas de la Misión, en San Francisco, California, promovió en su arte y su reporteo la atención a cruciales asuntos, como el de la violencia contra la mujer y el afán de ganancia en la industria de la salud. Por muchos años fue colaboradora aquí en Radio Bilingüe. La recuerda en esta pieza de su autoría nuestro director de noticias, Samuel Orozco.
Silvia Parra, nuestra colaboradora de dos décadas, se fue y, sin saberlo, este fue su último adiós:
“Esta noche nos reunimos Cantantes, poetas, activistas, académicas, bailarinas y curanderas de diferentes culturas, para observar el Día de la eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas. Cada una de nosotras presenta una pieza de arte, a manera de medicina que sane la cultura de la violencia”
Una nota aguda que salta al primer plano transita la pieza hacia otro pasaje…
Su crónica en primera persona de la manera en que al barrio de la Misión de San Francisco, llegaba el día internacional para eliminar la violencia contra la mujer. Y reportó en primera persona porque Silvia fue protagonista indiscutible de esos señalados momentos del barrio que ahora quedan para la historia.
“Desde el arte comunitario se pueden dar los cambios que buscamos”, dice Silvia Parra.
Y sube el canto en su propia voz, dramatizada…
“A pesar del genocida… ¡aquí estamos todavía!”
Con este reportaje, Silvia se despidió de su labor de periodismo en Radio Bilingüe. Y, coincidencias de coincidencias, el tema no pudo ser más pertinente para cerrar su ciclo. Silvia, reportera y poeta, entregó los últimos años de su vida a contar, y luego a cantar, con extraordinaria pasión, las desventuras y las esperanzas, las aspiraciones y las luchas de la mujer latina y la mujer, punto. Siempre llamando la voz de alerta hacia las peores llagas: los feminicidios de Ciudad Juárez y Guatemala, la violación multitudinaria en un barrio de Richmond, las víctimas de tráfico humano.
Silvia, lectora asidua del libro feminista, El Cáliz y la Espada, creía firmemente que el mundo, regido por el sistema del patriarcado, al relegar a la mujer a una condición de segunda clase, de sometimiento, ahora lo estaba pagando muy caro, en forma de autoritarismos, guerras y destrucción de la madre tierra. Y sostenía que para salir de este sangriento desastre y pasar a vivir en un ambiente sano, protector, acogedor, bien haría el mundo con escuchar de nuevo a la mujer.
Así de sencillas eran sus verdades, las verdades de Silvia. Pero dichas tan sin pelos en la lengua que casi siempre terminaba por incomodar a sus audiencias. Nunca rehuyó la polémica. Todo lo contrario, la provocaba, hablando franco, saltándose protocolos, cuestionando todo, desde la forma de comer y guardar salud hasta la forma de relacionarse y vivir.
Su familia dice que desde chica, Silvia se atrevió a desafiar los límites y las normas. Y eso fue lo que hizo de grande, en su trabajo como reportera. Una vez nos contó de su experiencia dando a luz a su hija Paloma no en la sala de partos de un equipado hospital de la ciudad, sino al estilo natural, con partera, entre los mezquitales y sahuarales de la reservación indígena yaqui de Arizona, como habrían dado a luz sus abuelas yaquis, según decía.
Los últimos años dio Silvia rienda suelta a sus otras pasiones: la de curandera, o sea, activista de la salud de su pueblo a base de limpias y reencuentro con el alma indígena, y la de cantante, abanderando el nombre de Mamacóatl, Border Crossing Diosa.
Cuerdas, bongos y otras percusiones anteceden el poema en su propia voz…
“Atrapada, en la feroz estampida de ser, gacela / Encarno, terror / Le broto alas a mis cuatro patas / Y salto por encima de la muerte. Enterita, ante todo lo que sé / La gracia de ser gacela (…) Río tibio de mi sangre, la intimidad de mis venas / Entre sus fauces. ¡Él!, que es Dios. El Dios que mata / ¡La guerra!, de ser, gacela…”
Silencio…
Silvia Parra murió de cáncer a la corta edad de 50 años, pero pervive sin duda en su obra y en la obra de su hija Paloma, artista de hueso colorado que sigue muy de cerca los pasos de su madre. Descanse en paz nuestra querida colega.
Para la Edición Semanaria de Radio Bilingüe, Samuel Orozco.
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