Maribel Hastings
Al igual que ocurrió en 2013, surge un rayo de esperanza para millones de inmigrantes indocumentados tras la aprobación en la Cámara de Representantes el viernes de un plan de inmigración contenido en un inmenso proyecto de gastos sociales. En este caso, es un plan que otorgaría permisos temporales de diez años a los indocumentados, los ampararía contra la deportación y les permitiría viajar a sus países de origen sin el temor a ser deportados a su retorno.
Esa medida pasa ahora al Senado, donde sus posibilidades son más complicadas por el estrecho margen de mayoría de los demócratas, y porque hay dos senadores de ese partido, Joe Manchin, de Virginia Occidental y Kyrsten Sinema, de Arizona, que no están del todo convencidos acerca de algunos componentes del proyecto; y porque la Parlamentaria del Senado es la que decidirá si el lenguaje migratorio de la cámara baja se incluirá en la versión senatorial.
En 2013 el Senado demócrata aprobó un plan de reforma migratoria amplia que la cámara baja, de mayoría republicana nunca llevó al pleno. Pero recuerdo que para el Día de Acción de Gracias de ese año di gracias en una columna de opinión porque había una esperanza de reforma, aunque al final no se concretó.
Ahora veo paralelos porque una de las cámaras aprobó una medida, pero su futuro en la otra cámara, en este caso en el Senado es incierto.
No obstante, por ser la semana de Acción de Gracias no permitiré que mi cinismo me consuma y rogaré porque algo se concrete.
Aunque no es la vía a la ciudadanía que los indocumentados merecen, se trata de un primer paso importante. Al menos 6.5 millones de indocumentados se beneficiarían, y según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), de esos 6.5 millones al menos 3 millones podrían pasar en algún momento de su permiso temporal a la residencia permanente, que es el paso previo a la ciudadanía.
El lenguaje no es perfecto, pero tampoco lo es la situación actual de los millones que llevan décadas aguardando por una solución.
La columna que escribí en 2013 se tituló “Acción de Gracias de Esperanza”, y me permito reproducir algunos segmentos porque hay cosas que no han cambiado.
Sigo dando gracias por ser parte de un movimiento que defiende una causa justa y necesaria, y por ser parte de una lucha que me ha permitido conocer lo mejor y lo peor de los seres humanos. Lo mejor prevalece.
Sigo dando gracias por haber conocido inmigrantes que todos los días dan lecciones de vida enfrentando todo tipo de vicisitudes, incluyendo la diaria posibilidad de que su familia sea dividida. Y a eso agregaría que siguen adelante, aunque las promesas de los políticos nunca se concreten.
Por eso les sigo agradeciendo por enseñarme el significado de la perseverancia ante la adversidad y por vivir aquel dicho de que “al mal tiempo, buena cara”.
Sigo dando gracias por tantos líderes que por décadas han luchado por la reforma migratoria a capa y espada. Son ejemplo de constancia y optimismo.
Doy gracias porque, pase lo que pase, esa lucha por una reforma migratoria justa continuará.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, así que en este jueves daré gracias por esa esperanza.