Maribel Hastings
America’s Voice, Washington, DC
El presidente Barack Obama, doblando la curva de su último periodo presidencial, no figura directamente en ninguna boleta de las elecciones intermedias del 4 de noviembre; pero afectará los resultados en varias de las reñidas contiendas que determinarán si los demócratas mantienen o pierden el control del Senado.
Al presente, los demócratas tienen la mayoría del Senado con 55 escaños, incluyendo los dos independientes que votan como demócratas; los republicanos tienen 45 escaños. Éstos necesitan una ganancia de al menos 6 escaños para lograr la mayoría en un año en que el mapa electoral desfavorece a los demócratas porque tienen más escaños que defender: 21 en comparación con los 14 que defienden los republicanos. En 2016 será lo contrario: los republicanos defenderán 24 escaños y los demócratas 10. De ahí que muchos concluyan que aunque los demócratas pierdan el control de la cámara alta este año, tienen posibilidades de recuperarla en 2016 porque el mapa electoral los favorecerá.
Pero dos años en política son un mundo y nos ocupa la elección intermedia, la cual, si los sondeos aciertan, se perfila como gris para los demócratas y, por ende, para la agenda de salida del presidente Obama. Desconozco si será una sacudida como la paliza (shellacking) de 2010, catalogada así por el mismo Obama cuando la batalla por la pieza central de su legado, el Obamacare, costó escaños a los demócratas que entonces controlaban ambas cámaras del Congreso y la Casa Blanca. Obamacare avanzó sin apoyo republicano. La reforma migratoria quedó en el tintero.
Ahora Obama enfrenta bajos índices de popularidad que salpican las contiendas, por lo cual sólo ha enviado emisarios a los estados más competidos en el Senado. Cada candidato también carga su penitencia, es decir, no es sólo culpa de Obama, sino de las particularidades de cada escaño.
Hay cuando menos cuatro contiendas del Senado: Colorado, Louisiana, Georgia y Kansas, cuyo desenlace no queda claro que determinará los resultados, que bien pueden conocerse en su totalidad la misma noche de las elecciones; o bien habrá que esperar a que se concreten probables segundas vueltas antes de saber exactamente cuál será el balance final de poder. En Alaska, Arkansas, Iowa y Carolina del Norte también hay luchas cerradas que abren las posibilidades de que los republicanos sumen los seis escaños que requieren.
En Colorado, el titular demócrata Mark Udall defiende su escaño ante el republicano Cory Gardner. Udall apoya la reforma migratoria y no pidió el retraso de las acciones ejecutivas, pero la dilación parece estar afectándolo.
Gardner ofrece respuestas dignas de Cantinflas cuando habla de inmigración y parece apostar a que nadar entre dos aguas puede suponerle votos latinos. Eso, aunque tenga el apoyo del antinmigrante en jefe, Tom Tancredo.
Alfonso Aguilar, director ejecutivo del Latino Partnership, del American Principles Project, está instando a los latinos de Colorado a votar por Gardner.
El segmento de votantes latinos de Colorado para quienes el tema migratorio define sus preferencias tiene que elegir entre la decepción con el demócrata, el republicano antirreforma, o simplemente no votar. Los grupos de movilización luchan para garantizar que los hispanos voten en una de las contiendas que puede decidir el balance del Senado. El voto latino podría ser la diferencia entre el triunfo o la derrota de Udall.
En Carolina del Norte, donde hay casi 124 mil votantes latinos registrados, la titular demócrata, Kay Hagan también enfrenta una reñida contienda ante el republicano Thom Tillis. Hagan votó en contra del DREAM Act en 2010, votó a favor del plan de reforma migratoria que el Senado aprobó en 2013, pero favoreció eliminar los fondos al plan de Acción Diferida (DACA) e instó por el retraso de las acciones ejecutivas sobre la migración.
«El dilema para los votantes latinos será no apoyar a Hagan y facilitar la elección al Senado, para un periodo de seis años, al republicano Thom Tillis, quien tiene una política aún más dura contra los inmigrantes», indicó Rafael Prieto, periodista radicado en Carolina del Norte.
Con todo, la potencial aspirante a la nominación presidencial demócrata, Hillary Clinton hizo campaña por Hagan el sábado y fue cuestionada por los DREAMers para que aclare sus posturas más allá de decir que apoya la reforma migratoria. Después de todo, su esposo, el ex presidente Bill Clinton promulgó en 1996 una de las leyes más restrictivas contra los inmigrantes con documentos que también implementó las prohibiciones de los tres y los diez años que han impedido que tantos individuos puedan regularizar su situación migratoria o reunirse con sus familias tras una deportación. Pero la presión sobre Clinton apenas comienza.
Lo inmediato son las elecciones intermedias y, paliza o no, por lo pronto a votar.