Migrantes en la frontera, Trump y nueva regla de asilo, Covid-19 y 3er día de la CNR

De la redacción

Un nuevo decreto de la administración Trump entró en vigor ayer, además de las ya de por sí complicadas ramificaciones de los Protocolos de “Protección” al Migrante del gobierno de Estados Unidos para impedir que los solicitantes de asilo soliciten permisos de trabajo hasta un año después de que presenten sus peticiones. En tanto, en la ciudad de Matamoros, México, que hace frontera con Brownsville, Texas, gracias a los esfuerzos de una relativamente pequeña oficina no gubernamental –ONG- estadunidense, Global Response Management (GRM) se ha evitado la propagación del Covid-19 en un campamento de inmigrantes que esperan ser atendidos para someter sus solicitudes de asilo a las autoridades de Inmigración.

Hoy GRM se involucra en el esfuerzo por suministrar agua y saneamiento al campamento de refugiados en Matamoros, Tamaulipas (Mx), tras enfrentarse a la perspectiva de manejar una pandemia en una situación de escasos recursos. Pues Matamoros, con una población de 500 mil habitantes, sólo tiene ocho ventiladores. “Aislar a las personas y mantener el distanciamiento social es prácticamente imposible en un campamento de tiendas de campaña”. Temiendo lo peor y sabiendo que tenían una población vulnerable y desnutrida que cuidar, el equipo de GRM se preparó ampliamente para enfrentar el COVID- 19, dice slate.com.

De acuerdo con CBS News, Conchita Cruz, codirectora ejecutiva del Proyecto de Defensa de Solicitantes de Asilo, dijo que “No tiene sentido poner obstáculos en el camino para que los solicitantes de asilo obtengan una autorización de trabajo y puedan trabajar legalmente para poder mantener a su familia, especialmente durante un pandemia global».

Por lo pronto, la nueva directiva de Trump está siendo impugnada en tribunales de Maryland por motivos que incluyen la “violación de la ley administrativa federal”. Pero esta no es la única disposición que la administración Trump ha venido impulsando desde el primer día de su gestión, sino que ha implementado y propuesto varias políticas diseñadas para restringir la elegibilidad al asilo en Estados Unidos, sin importarle que con esto esté matando uno de los sellos distintivos del pueblo estadunidense desde su mismísima fundación.

Como se sabe, el asilo es una protección humanitaria disponible para los extranjeros que huyen de la persecución por sus creencias religiosas, sus opiniones políticas, nacionalidad, raza y pertenencia a una sociedad civil o grupo particular, “como la comunidad LGBTQ, o las víctimas de abuso doméstico severo que no pueden acudir a los gobiernos de sus países en busca de ayuda”.

Para defender los “aberrantes” cambios, la administración Trump argumenta que “las políticas y leyes de asilo de larga data fomentan los cruces fronterizos no autorizados y permiten que los migrantes económicos hagan un mal uso de la protección humanitaria para trabajar en Estados Unidos”.

Las imágenes y discursos aún frescos en la memoria, porque ocurrieron apenas hace unas horas en la Casa Blanca durante el segundo día de la Convención Nacional Republicana que nomina a Trump como su candidato a la presidencia, dan cuenta de un discurso de la Primera Dama, Melania Trump, que exaltó de manera artificial el valor de los inmigrantes.

Tras una controvertida ceremonia de naturalización en la Casa Blanca, calificada por muchos de por lo menos inapropiada al ser usada para la campaña de reelección de Trump, por sus políticas y crueldad antinmigrantes desde el primer día de su gestión, el discurso de Melania habló de su encuentro con múltiples inmigrantes en sus viajes por África, el sur asiático y el Medio Oriente.

Sin embargo la señora Trump no pudo ocultar su ominosa omisión acerca de los niños migrantes enjaulados tras ser arrebatados de sus padres en la frontera cuando éstos se entregan a las autoridades de Inmigración o son arrestados por ingresar al país sin autorización al cansarse de esperar durante meses sin ser recibidos para someter sus solicitudes de asilo.

Y como telón de fondo al discurso de la Primera Dama, los cambios implementados ayer martes son parte de una serie de restricciones más amplia sobre quién ingresa al país y quién no, en base al color de su piel, el país de origen y su situación económica, traicionando el espíritu de la legendaria ley de asilo estadunidense y en general en el mundo.

Porque la nueva regla requerirá que los migrantes esperen 365 días a partir del día en que presenten su solicitud de asilo antes de solicitar una autorización de trabajo, reemplazando el plazo anterior de 150 días. También descalifica a los solicitantes de asilo para poder solicitar permisos de trabajo si cruzaron la frontera ilegalmente. Esto, luego de que la semana pasada entrara en vigencia otra regla, que eliminó la ventana de 30 días que los adjudicadores del gobierno estadunidense tenían anteriormente para aprobar las solicitudes de autorización de trabajo de los solicitantes de asilo elegibles.

En tanto, el paso de los más recientes huracanes por Matamoros provocó que muchos migrantes tuvieron que trasladarse a refugios en la ciudad. Muchos otros estaban aterrorizados por la evacuación, preocupados por lo que sucedería si abandonaban el pequeño terreno que tenían, pues este significaba un lugar en la incierta lista de espera para ser atendidos por las autoridades de Inmigración.

Pero la situación en el referido campamento podría ser mucho peor, dice slate.com. Aun así, tal como están las cosas resalta el hecho de que “para los desesperados del mundo, no es necesariamente el COVID-19 en sí lo más aterrador, sino los efectos posteriores del COVID-19 en la realidad en la que ya vivían”. ¿Hablarán de esto hoy en la convención?

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