El presidente “en tiempos de guerra”, extraviado en su propio laberinto

De la redacción

El presidente Trump se ha definido equivocadamente a sí mismo con “un presidente en tiempos de guerra”. Además de los oscuros presagios que encierra este concepto, como extender su mandato y las elecciones, o adquirir poderes extraordinarios, ha dicho repetidamente en conferencias de prensa que él no es responsable de la crisis ocasionada por la pandemia del COVID-19, y que los gobernadores de los 50 estados deben establecer sus propias estrategias para combatir la pandemia.

Como se ha visto a través de la historia, lo que  un presidente en tiempos de guerra hace es asumir el liderazgo nacional y establecer una estrategia federal, como ordenar enérgicamente que todos los estados establezcan un política de distanciamiento social o para quedarse en casa, por ejemplo, y organiza la logística para proveer a dichos estados con los recursos y equipos urgentemente necesarios para hacerle frente a la pandemia.

Aunque no ha sido la primera persona de la primera línea de defensa al coronavirus, hace tres días murió Kious Kelly, una enfermera del hospital Mount Sinai, en el oeste de la ciudad de Nueva York, que se dedicaba apasionadamente a tratar a las personas infectadas con el virus. El clamor por la urgente necesidad de contar con equipo de protección temporal (PPE), guantes, máscaras, batas, etcétera, por parte de la comunidad médica y de enfermeros (as) ha sido ensordecedor.

Pero a Ming Lin, otro doctor de la sala de emergencias en el estado de Washington, el viernes le comunicaron que estaba sin trabajo porque había dado una entrevista a un periódico sobre una publicación de Facebook que detallaba lo que él cree que son equipos y pruebas de protección inadecuados. En Chicago, una enfermera fue despedida después de enviarles un correo electrónico a sus colegas para informarles que quería usar una máscara más protectora mientras estaba de servicio. Y en Nueva York, el sistema Langone Health de la NYU advirtió a los empleados que podrían ser despedidos si hablan con los medios de comunicación sin autorización.

A pesar del creciente número de gobernadores que emiten órdenes de quedarse en casa, en un esfuerzo por frenar la propagación del nuevo coronavirus, el presidente Trump todavía se resiste a hacer valer una directiva nacional para establecer dicha medida, incluso cuando sus expertos médicos dicen que el distanciamiento social estricto es clave para mantener el número de muertos más cerca de los 100 mil decesos estadunidenses. Y es que no hay vacunas ni pruebas de coronavirus para examinar a toda la población y saber quién tiene la infección, pues muchos casos son asintomáticos, y quedarse en casa es un último recurso en esta guerra contra el virus.

El presidente y su grupo de trabajo sobre coronavirus sopesaron ayer jueves medidas adicionales, incluidas posibles restricciones de vuelos nacionales y si recomendar o no cubrirse la cara en público, pero el sistema de salud estadunidense y los hospitales de todo el país enfrentan escasez de equipo de protección y suministros médicos necesarios para diagnosticar y tratar a los infectados a medida que la reserva nacional se acerca al agotamiento, según ha confirmado el propio Trump.

Con todo, ayer en presencia de Trump el vicepresidente Mike Pence dijo en conferencia de prensa que una dotación de un millón de máscaras y recubrimientos faciales llegará a su destino en los próximos días. Pero tanto él como el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, dijeron que el equipo de protección personal llegará ¡a empresas privadas, lucrativas!, que se encargarán de vender estos equipos a los gobiernos estatales e incluso a otros países primero si éstos pagan más.

Esto no es lo que hace un presidente en tiempos de guerra, sino que primero ejerce la Ley de Seguridad Nacional, que data de 1947, terminada la Segunda Guerra Mundial, y que da al mandatario de turno la facultad de exigir a la industria nacional producir lo que el país necesita con urgencia. Aún así, Trump había dicho que el arsenal nacional de equipos de protección personal está casi agotado porque “el gobierno lo envía directamente a los hospitales».

Por si fuera poco, en su debut como parte del equipo de trabajo de la Casa Blanca acerca del coronavirus, en la misma conferencia de ayer el yerno del presidente Trump, Jared Kushner dijo que el gobierno poseía los suficientes equipos de cuidado intensivo (I.C.U) y ventiladores para enfrentar la crisis, pero que no eran de los estados, sino “son nuestros”; y que estaban en los almacenes del gobierno federal. «Tengo todos estos datos sobre la capacidad de los I.C.U… Estoy haciendo mis propias proyecciones, y me he vuelto mucho más inteligente al respecto. Nueva York no necesita todos los ventiladores».

No obstante, el principal experto en enfermedades infecciosas del país y parte de dicho equipo federal de trabajo, el Dr. Anthony Fauci ha dicho repetidamente que confía en las estimaciones del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, a quien ayer una presentadora de noticias identificó como «el president del coronavirus”.

Pence dijo también que los pagos de alivio del paquete de ayuda económica para paliar la pandemia ahora se depositarían directamente dentro de 2 semanas en lugar de 3. Y los residentes de al menos 38 estados, Washington, D.C. y Puerto Rico tienen la orden de quedarse en casa mientras Trump se resiste a la llamada nacional.

Entre tanto, la agencia federal para la prevención y control de catástrofes naturales, FEMA pidió al Departamento de Defensa 100 mil bolsas para cadáveres. En hospitales de Queens, Nueva York, sin embargo se quedaron sin estas bolsas, según se reportó ayer.

Pero Trump repitió que es “un presidente en tiempos de guerra”■

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