Las grandes corporaciones, reales beneficiarias de la reforma fiscal de Trump

De la redacción

En medio de un juicio político que podría inhabilitar al presidente para ejercer el cargo, se revela que al cierre de 2019 el mayor logro legislativo de los primeros tres años de Trump ha sido la revisión de la ley de impuestos federales en 2017, que revela hoy con mayor claridad su característico favoritismo hacia el 1 por ciento más rico de la población.

Al inicio de la presente administración federal el presidente Trump y los legisladores republicanos, empujados por poderosos grupos de cabildeo en el Congreso ejecutaron el mayor cambio en el código tributario en tres décadas. Se trató de la ley que redujo los impuestos para las grandes empresas, disfrazada de una reforma fiscal.

Se dijo que la medida era parte de un esfuerzo para convencer a las grandes corporaciones a que inviertan más en Estados Unidos y para desalentarlos de acumular ganancias en paraísos fiscales en el extranjero, reporta The New York Times:

“Los ejecutivos corporativos, los principales inversores y los estadunidenses más ricos elogiaron los recortes de impuestos como una bendición única en una generación, no sólo para sus propias fortunas sino también para la economía de Estados Unidos”.

Como ha quedado claro a lo largo de tres años, “la administración Trump comenzó a transformar el paquete de impuestos en una mayor ganancia inesperada para las corporaciones más grandes del mundo y sus accionistas”. Y a resultado de estas maniobras legislativas, apoyadas por el Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, los impuestos para las más ricas corporaciones “terminaron por ser más pequeños aún de lo que se anticipaba cuando el presidente firmó la ley».

En tanto, el Departamento del Tesoro preparó la reforma tributaria republicana de 2017, el presidente la firmó y “los cabilderos corporativos pulularon y ganaron en grande”. La fuente afirma que gracias en parte a la manera caótica en que el proyecto de ley se apresuró a través del Congreso, “esta situación le dio al Departamento del Tesoro libertad adicional para interpretar una ley que, según todos los informes, fue escrita descuidadamente”; pero la campaña de cabildeo corporativo fue un éxito rotundo.

Al contribuyente de a pie se le prometió entonces que vería una reducción de sus impuestos, pero ésta operaría sólo efímeramente. Porque a través de una serie de “regulaciones oscuras” el Tesoro estableció excepciones a la ley que terminaron reduciendo a casi nada los nuevos impuestos sobre las ganancias de las grandes corporaciones obtenidas fuera del territorio estadunidense, “de acuerdo con una revisión de las reglas del Tesoro, registros de cabildeo del gobierno y entrevistas con formuladores de políticas federales y expertos en impuestos”, sostiene la fuente.

Las empresas se libraron entonces de las decenas, si no cientos de miles de millones de dólares en impuestos que debieron pagar. Además, la exención de impuestos que supuestamente ayudaría a las comunidades pobres, una iniciativa llamada «zonas de oportunidad», resultó estar utilizándose para financiar parcialmente “desarrollos de alto perfil en vecindarios ricos, en ocasiones beneficiando a aquellos que tienen vínculos con la administración Trump”.

Empresas como Google, Apple, Cisco, Pfizer, Merck, Coca-Cola, Facebook y muchos otros más elaboraron sofisticadas técnicas para pagar impuestos a una tasa del 21%, mucho menor que la tasa impositiva corporativa del 35% que existían en Estados Unidos antes de la presunta reforma fiscal de 2017… y así las compañías también ganaron una exención de impuestos sobre los billones de ganancias traídas desde el exterior.

Para cerrar la brecha o déficit entre los recortes que se otorgaron, de 5.5 trillones (millones de millones) de dólares y el precio máximo estimado de la reforma, que sería según sus proponentes de 1.5 trillones, el paquete buscó aumentar los ingresos fiscales al eliminar las deducciones e introducir nuevos impuestos al contribuyente.

“Digamos que una compañía farmacéutica estadunidense vende píldoras en Estados Unidos. Las píldoras son fabricadas por una subsidiaria en Irlanda, y el estadunidense paga a la unidad irlandesa por las píldoras antes de que se vendan al público. Esos pagos significan que disminuyen las ganancias de la compañía en Estados Unidos, donde los impuestos son relativamente altos y por tanto las corporaciones tienen que pagar menos al erario estadunidense.

Por si esto fuera poco, a principios de este año la oficina de política fiscal otorgó otra victoria a los bancos extranjeros, dictaminando que una gama aún más amplia de pagos bancarios estaría exenta de impuestos, afirma el Times. Algunos expertos en impuestos dirían que “el Tesoro no tenía autoridad legal para eximir los pagos bancarios; sólo el Congreso tenía ese poder. El gobierno de Trump creó la excepción», afirmó a la fuente Brett Wells, profesor de la Universidad de Houston.

Es probable que se recaude «una pequeña fracción» de los 150 mil millones de dólares en nuevos ingresos fiscales que originalmente proyectó el Congreso, señaló Thomas Horst, quien asesora a las empresas sobre sus acuerdos fiscales en el extranjero. Llegó a esa conclusión después de revisar las declaraciones de impuestos en más de 140 informes anuales presentados por multinacionales.

En las industrias farmacéutica y tecnológica en particular, las ganancias a menudo están vinculadas a las patentes. “Las compañías habían vendido los derechos de sus patentes a subsidiarias en paraísos fiscales extraterritoriales. Luego, las compañías impusieron altas tarifas de licencia en sus unidades estadunidenses. Las transacciones redujeron las ganancias en Estados Unidos y las dejaron en lugares como Bermudas y las Islas Vírgenes Británicas”.

A dos años de distancia de que los referidos recortes de impuestos se convirtieron en ley, su impacto se está volviendo claro: “Las compañías continúan transfiriendo cientos de miles de millones de dólares a ultramar”, concluye la fuente.

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