Marco Vinicio González
Reportero/Editor de noticias Online
Radio Bilingüe
“Lucio Cabañas llamaba a ‘ser pueblo, estar con el pueblo, luchar por el pueblo’. Porque esa es nuestra raíz, los pueblos originarios, los campesinos, para los que Cabañas siempre quiso lo mejor, para la madre tierra, para la patria… ‘Que no le maten a sus hijos’, decía»: Rosario Cabañas.
En días recientes, como cada 26 de septiembre desde 2014 a la fecha don Antonio Tizapa y una coalición de grupos de la comunidad mexicana organizada en Nueva York realizó una marcha de protesta para exigir al gobierno de México que le entregue a su hijo, Jorge Antonio Tizapa Leguideño, desaparecido hace 4 años junto con el grupo de los 43 normalistas de Ayotzinapa, por obra del crimen organizado y del Estado mexicano.
Antonio Tizapa es un trabajador inmigrante de Guerrero, México, plomero de oficio y establecido en Queens hace ya algunos años, que de manera creativa desde el emblemático 26 de septiembre de 2014 junto con el colectivo que defiende esta causa realizan a lo largo del año distintas actividades en memoria de los desaparecidos, con actos políticos callejeros que apelan a la conciencia del público sobre la necesidad de esclarecer el tema de los desaparecidos en México. Entre ellos la desaparición de su hijo Jorge Antonio.
La marcha hizo escala frente al Consulado de México en Nueva York para exigir la inmediata aparición con vida de los 43 normalistas y de todos los demás desaparecidos por la fuerza. Según cifras oficiales existen actualmente en México 37 mil casos de desapariciones forzadas, la mayoría de ellos sin resolver y muchos muy rezagados.
Y es que durante los últimos cuatro años al Estado mexicano no le ha interesado esclarecer la verdad sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y menos aún ahora que el presidente Enrique Peña Nieto termina su sexenio y se despide del gobierno. La factura del descalabro social pasa ahora a la cuenta del presidente entrante y de su equipo de gobierno, que enfrenta con esto el primer gran desafío a su gestión, a punto de comenzar.
Paralelo a este evento en la capital mexicana el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador (Amlo) se reunía con los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y asumía el compromiso de crear una Comisión de la Verdad y reabrir la investigación que el gobierno saliente frenó. Aceptar ayuda de reconocidas instancias internacionales de antropología forense y derechos humanos, algunas adscritas a la ONU, y llamar de nuevo al equipo Interdisciplinario de Expertos Independientes, el GIEI, para continuar las investigaciones del caso de los 43 y no tener que comenzar otra vez desde cero.
“¿Dónde están nuestros hijos? Ellos deberían estar siendo maestros por estos días…”, decía Tizapa con un dejo de tristeza en la voz, cuando hablaba al círculo de personas solidarias con la causa frente a la ONU, donde por cierto se reunían ese día en el interior del recinto los líderes del mundo en la 73 Asamblea General del organismo internacional, para revisar el estado de cosas de la aldea global, mientras que a nombre del país anfitrión el presidente Donald Trump abría la sesión declarándole la guerra a la globalización.
Y en ese el acto de conmemoración de los 4 años sin noticias oficiales de los 43 normalistas desaparecidos, estaba también acompañando a Tizapa la señora Rosario Cabañas, hija del legendario guerrillero mexicano, Lucio Cabañas Barrientos, un campesino de fuerte raigambre indígena originario de El Porvenir, un pueblo enclavado en la sierra de Atoyac de Álvarez, en Guerrero.
Como se sabrá tal vez, en abril de 1974 la guerrilla dirigida por Lucio Cabañas decidió secuestrar a Rubén Figueroa, un terrateniente que era senador de la República entonces y candidato a la gubernatura del estado de Guerrero. En medio de un agitado operativo policiaco Figueroa fue rescatado en el enfrentamiento, aunque hay quienes sostienen que se pagó un rescate por su liberación, el primer rescate en todo caso de la guerrilla mexicana, a fin de financiar a la causa.
El caso es que el Estado mexicano respondió con toda su fuerza contra la guerrilla de Cabañas y el 2 de diciembre de 1974 el guerrillero es detenido y luego asesinado por elementos del Ejército Mexicano en la selva del Ototal. La versión del gobierno sin embargo dice que Lucio Cabañas se suicidó. Sea como fuere, Lucio Cabañas se convirtió para muchos desde entonces en emblema de lucha contra las injusticias sociales, contra la represión y la explotación del campesinado indígena en el campo y del trabajador asalariado en los centros urbanos.
“Sólo nos faltan 43, que salieron de esa cuna, que fue nuestra cuna de estudio, y de Lucio Cabañas Barrientos, quien luchó porque la educación llegara hasta el último rincón, al más marginado de La Montaña. Decía que esa era la mejor arma que tenían para defender sus derechos”, recuerda doña Rosario a los presentes en la manifestación.
Menuda y discreta, buscando cómo ser útil al movimiento por los desaparecidos en México en ese momento, parecía un personaje salido de la pluma atómica de Juan Rulfo, de esos que se deslizan de un plano a otro de la realidad sin hacerse notar, Rosario Cabañas escuchaba atenta los testimonios de los mexicanos en la plaza frente a la ONU.
La primera parada fue el Consulado de México en Nueva York, y luego de un acto de protesta y reflexión la marcha siguió hasta su destino esa noche: Times Square, una plaza lo más parecido al corazón de la ciudad, a un zócalo por donde pasa a diario un millón de personas que ven el mundo deambular en un instante por las pantallas gigantes de la plaza.
“De esa cuna salieron grandes hombres. Lucio Cabañas Barrientos también… ahí nació nuestra bandera nacional, ha sido cuna de hombres como El Ciervo de la Nación…”, dijo por el megáfono doña Rosario, refiriéndose a su la escuela Normal Rural, Isidro de Burgos, de Ayotzinapa.
Y es que Lucio Cabañas egresó también de la normal de Ayotzinapa, comenta su hija, y cuando la actividad como campesino o luego como guerrillero se lo permitía, “a Lucio Cabañas le gustaba mucho enseñar”.
Hay varias estatuas de Cabañas en diferentes estados que el gobierno ha tratado y de borrar. “Borraron un cuadro que estaba en la facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, nuestra casa de estudios más grande…”, deplora doña Rosario. Luego nos haríamos a un lado de la manifestación, para instalarnos en una mesita del restaurante de comida rápida, “nuchas… NYC Hotdogs”.
Entre tanto, con tambores, semillas atadas a los tobillos y las muñecas, vestidos de danzantes aztecas algunos miembros del colectivo en un abrir y cerrar de ojos habían tomado ya literalmente la plaza, con el círculo de fuerza de su danza; se habían apoderado ya de ese zócalo High Tech que es Times Square, y con incienso y mirra lo habían ‘sahumeado’ ya, otra vez, al estilo de una toma militar azteca.
“Pues vine en solidaridad con los padres de todos los desaparecidos, porque todos nos corresponden a nosotros. Porque nuestros hijos son sus hijos, y porque sus hijos son nuestros hijos”.
Rosario Cabañas dice que se reúne en México con un amplio grupo por los desaparecidos todos los días 26 de cada mes. “Tenemos un emblemático 43, allá en el Paseo de la Reforma, nuestro plantón de desaparecidos frente a la PGR (Procuraduría General de la República), a un lado de la embajada americana, cerca de El Ángel de la Independencia”. Es un movimiento que se dirige también a otras áreas de los derechos humanos, dice, “contra la trata, los feminicidios, por los niños de Cayuga… por tantas injusticias que hay en el país… Tlataya, Nochixtlán…”.
Recuerda que tenía 10 diez años cuando el ejército mexicano asesinó a su padre y a su madre, y a otros familiares. Fue torturada y violada por los militares a esa edad de su niñez. Querían acabar con toda la familia, que es amplia allá en la sierra de Atoyac.
“Yo era un niña cuando nos tocó el caso Cabañas. Y era una niña también con el caso Aguas Blancas. Y con el caso coprero, el caso Digna Ochoa, La Parota… Cuando nos tocó que masacraran a mi familia, con tanta crudeza, con tanta deshumanidad; con tantas violaciones, y no sólo de derechos humanos; en cárceles clandestinas, en campos militares, que ya decimos: ¡¿De qué se trata?!”.
La historia de Lucio Cabañas es fascinante, y es muy difícil de abarcar. Pero en la breve entrevista que aquí se esboza, Rosario Cabañas habla brevemente de su padre.
-¿Cómo recuerdas a su padre cuando niña?
-Una persona…, muy tierno…, romántico. Siempre con ganas de enseñar. En la casa siempre había muchos cuadernos con grapas, y lápices con las dos puntas de carbón. Siempre había mucha gente…, guitarras. Una vez se fotografiaron con él el Ché y Fidel.
-¿De veras?
-¡Hay una foto!
Durante la entrevista, Rosario Cabañas reveló sin proponérselo el origen del título de la novela ‘Guerra en el Paraiso’, del escritor y artista mexicano Carlos Montemayor. Es una ficción que trata de la guerrilla de Lucio Cabañas en el estado de Guerrero a finales de los 60 y principios de los 70; que narra las voces de los pobres, de Lucio, y que relata la feroz persecución del Ejército y del Estado mexicano Contra el Partido de los Pobres y en general contra la guerrilla, dotando de vida a los personajes que intervinieron en la Guerra Sucia.
“Estupenda novela que el salinismo trató de eclipsar con otra pésima novela, de Aguilar Camín, ‘La guerra de Galio’, que ridiculizó a la guerrilla”, opinó sobre este libro de Montemayor la escritora mexicana Malú Huacuja-del Toro, presente en este acto sobre los 4 años de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa que se se ha venido llevando a cabo desde hace cuatro años en la ciudad de Nueva York, donde reside la escritora.
Cuando Carlos Montemayor iba a la casa de Lucio Cabañas a entrevistar a sus seguidores sobrevivientes de la Guerra Sucia, “y a platicar largas horas con mis familiares, que siempre estaban en mi casa aunque ya mi papá no estaba, al llegar hasta allá y darse cuenta del paisaje, Montemayor decía ‘esto es un paraiso’. Porque si estirabas la mano alcanzabas un mango, un plátano, una fruta…”. Y de ahí, de esa guerra sucia en tal paraíso doña Rosario dice que salió el título, “y la novela”.
Ha quedado claro que toda esa violencia del Estado no va a parar, dice Rosario Cabañas.
“Por toda la riqueza de hay en ese suelo; de oro, de uranio, de plata; de agua, de sal, de arena, de madera, de tanto… Ya nuestra montaña está talada. Nuestro río, está seco. Nuestra laguna, está seca. Nuestros ojos de agua, están secos. Todo está devastado”, afirma la activista con un halo de tristeza y por un momento guarda silencio.
Al otro lado de la valla del público espectador, siguen sonando los tambores y pisando fuerte los danzantes aztecas con las semillas sonoras atadas a sus tobillos. Súbitamente doña rosario reconoce que dicha devastación del medio ambiente no sólo está pasando en Guerrero, “sino en la mayoría de los estados vecinos. En Michoacán, Veracruz, Oaxaca, Morelos, Puebla… Tamaulipas y todos los estados del norte… muy difícil lo que está pasando”.
Rosario Cabañas afirma no obstante ser una mujer de fe. Cree que “de tanta oscuridad debe brotar en algún momento una luz al final del túnel”. Y con la llegada de un nuevo gobierno en México, el de Andrés Manuel López Obrador (Amlo), alimenta sus expectativas de que “con esto puede venir un cambio para el país, que somos nosotros, los pueblos originarios, los pueblos campesinos, los únicos que podemos salvar al pueblo. Porque solamente el pueblo salvará al pueblo”.
Y aunque Cabañas desconfía de los políticos, “porque los políticos, han pasado muchos, y cada día estamos peor”, afirma que con la llegada al poder del nuevo régimen en México las esperanzas están puestas en la posibilidad de un cambio. “Porque hizo un compromiso –Amlo- con los desaparecidos, y con los familiares de los desaparecidos; y nosotros tenemos la esperanza puesta en esta nueva administración, a la cual vamos a estar vigilando muy de cerca”.
Queda por ver cómo va a enfrentar el gobierno entrante de México este desafío, el primero de su flamante administración; el reclamo del movimiento por los desaparecidos para que el gobierno permita el acceso a los archivos secretos del Ejército mexicano sobre el caso Ayotzinapa, algo que la institución castrense ha rechazado desde antes incluso del asesinato de Lucio Cabañas, quien fue perseguido por el Batallón 27 de Iguala, por cierto el mismo batallón 27 que vigilaba e intervino en el caso de los 43.
“Tenemos la confianza de que tendremos una solución, una reparación, una transparencia, una claridad para todos estos casos», dice. La llegada del nuevo régimen, afirma, “Nos abre una luz de esperanza para que haya una solución ya a nuestros casos. Que haya esa reparación del daño… Claro que no nos van a reparar la pérdida de nuestros seres queridos”.
Y afirma haber sido una “huérfana forzada, porque desaparecieron a mis padres cuando yo era una niña de primaria. A ellos los desaparecieron, y yo me convertí en padre y madre de mis hermanos, había un bebé de brazos”.
Que reparen el daño físico y moral, pide Rosario Cabañas al gobierno. “Mínimamente el daño a todas esas injusticias, toda esa tortura, esas desapariciones, todo ese tiempo perdido, nuestro patrimonio, tanta lesa humanidad, tantas violaciones, y no tan sólo de derechos humanos”.
Rosario Cabañas sostiene que López Obrador ha hecho compromisos con el movimiento por los desaparecidos.
Pero, ¿cuánto tiempo se va a esperar para que el nuevo gobierno arroje las primeras señales concretas de querer resolver este caso, y en general el de los desparecidos en México?
“Yo espero que en el primer año sea ya. Porque ya el país no puede seguir con tanto dolor, tanta angustia, tanta desesperación, tanto sufrimiento. ¡Ya no! Ya no puede uno continuar así. ¡Por humanidad!”.
A los mexicanos Rosario Cabañas les pide que se mantengan en su raíz, en su origen, que “no vayan a perder su lengua materna, no pierdan sus costumbres, sus valores, su cultura. Nosotros éramos campesinos, nos dedicábamos a cultivar las huertas de café, de coco… Ya no lo tenemos, el ejército acabó con todo, con mi familia… Desaparecidos, presos, torturados, hicieron de esa familia, nada, quedamos como rompecabezas”.
Y aunque la única certeza en esta vida es la muerte, afirma filosófica doña Rosario, “La cuestión es saber cómo quieres morir: de pie, o de rodillas… ¡Que no pierda nunca el ser su dignidad ni su respeto!”.
Hay que seguir luchando, dice esta luchadora infatigable, “por que estos casos de desaparición forzada no se repitan. ¡No más guerras sucias, no más casos Ayotzinapa, no más casos Tlatelolco, no más casos Nochixtlán, Atenco, Tlatlaya… No más casos de deportaciones, no más separaciones de niños en al frontera. Los niños necesitan a sus padres…”■