Charlottesville, ¿una nueva edición de la Guerra Civil?

De la redacción

Manifestantes confederados intimidan con sus antorchas, al estilo del Ku Klux Klan en Charlottesville, Virginia el sábado pasado. Foto: CNN.

Manifestantes confederados intimidan con sus antorchas, al estilo del Ku Klux Klan en Charlottesville, Virginia el sábado pasado. Foto: CNN.

La condena a los hechos ocurridos el sábado en Charlottesville, con una baja mortal (Heather Heyer) y decenas de heridos, ha sido tibia y más o menos generalizada. Sin embargo, desnuda el racismo latente que eructó esta vez en esa ciudad de Virginia durante la llamada marcha “United the Right”. Racismo que ha vivido no obstante soterrado a la espera de un detonante como Donald Trump, quien abrió las compuertas a la jauría. Al decir de muchos, este racismo que pulsa bajo la piel de un importante segmento de la sociedad, que hizo irrupción por primera vez de manera violenta y masiva durante la Guerra Civil estadunidense a mediados del siglo 19 (1861-64), fue el resultado de una profunda controversia de largo aliento sobre la esclavitud y los derechos del estado que se vieron bajo el fuego de los ataques de los confederados. Y este sábado ondeó de nuevo su bandera confederada y blandió una vez su odio letal contra la sociedad civil.

El evento del sábado en Charlottesville, Virginia ha sido condenado por muchos en las conversaciones de la gente en la calle y lugares públicos, y también en los principales medios de comunicación; aunque aún no ha sido analizado con la suficiente profundidad, y algunos medios de comunicación, políticos y hasta miembros del gabinete presidencial se atrevieron a introducir la noción de condenar por igual a ambos lados en el conflicto. Incluso dos días después de ocurridos los hechos el presidente Trump hizo apenas unas débiles declaraciones, condenado “la violencia -que proviene- de muchos lados”.

Es decir, Trump no se atrevió a condenar a los supremacistas blancos causantes de la violencia, al parecer motivada tras la remoción, ordenada por la Ciudad, de la estatua del alto general de los Ejércitos Confederados en Virginia del Norte, Robert E. Lee durante la Guerra Civil de Estados Unidos en 1862, señalado como esclavista y quien conspiró para derribar al gobierno de la época según dijo el activista de los derechos civiles, Al Sharpton a NBC.

Quien sí fue claro y contundente en sus declaraciones fue David Duke, el político nacionalista y teólogo de la conspiración antisemita, quien niega el holocausto y quien a pesar de haber ocupado un puesto político es un delincuente convicto y ex Mago Imperial del Ku Klux Klan. Él, que estuvo el sábado en Charlottesville, en la referida marcha denominda por la derecha banca, “United the Right”, y al frente de los encapuchados, dijo a la televisión que estuvo ahí “Para cumplir las promesas del presidente Trump… Esto representa un punto de inflexión para la gente de este país, pues estamos decididos a recuperar nuestro país; vamos a cumplir las promesas de Donald Trump, y eso es lo que creíamos, por eso votamos por Donald Trump; porque dijo que va a recuperar nuestro país y eso es lo que tenemos que hacer».

No obstante, otros han llamado al diablo por su nombre y se han atrevido a decir con claridad que el discurso del presidente Trump, luego de ocurridos los hechos, en lugar de condenarlos claramente más bien hace una defensa o la apología de este crimen con sus omisiones. Al no mencionar a los nacionalistas blancos, confederados, nazis y miembros del Ku Klux Klan por su verdadero nombre. Y por eso declaran que Trump es un racista.

Pero es deseable que esta condena sea proclamada aún con mayor fuerza, sobre todo por la clase política en el poder. Por ejemplo, por los distinguidos miembros militares del Gabinete, comenzando con el jefe de personal, John Kelly, y seguido por el Secretario de la Defensa, James Norman Mattis, quienes han brillado por su ausencia en los noticiarios. Y también por H.R. McMaste, el principal asesor de Seguridad del presidente Trump, quien sin embargo luego de condenar tibiamente los hechos como “terrorismo doméstico” en el programa Meet The Press, se atrevió a decir horas más tarde a esta misma cadena que se trataba de “un hecho de racismo”.

Hoy The Washington Post afirma que Cuando el Presidente Trump emitió su prohibición de viajar a un grupo de inmigrantes, unos días después de su presidencia, al menos ocho republicanos del Senado se opusieron a ello. Cuando despidió a su director del FBI en mayo, más de una docena de republicanos del Senado abiertamente lo cuestionaron. Cuando Trump incitó a los senadores a votar por un proyecto de ley de revocación del Obamacare, tres de ellos no lo hicieron.

Cuando Trump instó a los republicanos a intentar de nuevo, o a tener que sufrir el riesgo de ser etiquetados como fracasados, lo ignoraron. Cuando Trump comenzó a atacar al líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell la semana pasada, un puñado de ellos salió al paso para apoyar públicamente a McConnell”. Y cuando Trump declaró que estaba decidido a despedir al fiscal general de la nación, Jeff Seessions para poder destituir a Robert Muller, el fiscal especial que investiga la ‘potencial’ colusión de Trump y su equipo de campaña con los rusos, muchos senadores republicanos le advirtieron que si lo hacía, “sería el comienzo de su final.”

Y con Charlottesville “de rodillas este fin de semana mientras las protestas encabezadas por los supremacistas blancos volvían a estos hechos mortales, los republicanos del Senado enfrentaron su más manifiesto conflicto con el presidente”, reportó el citado diario conservador, The Washington Post.

Vale anotar que esta fuente, que cuenta con las mayores plumas conservadoras, y en muchas ocasiones ultraconservadoras del país, señaló a una serie de republicanos del Senado que criticaron nada menos que la forma en que Trump eligió ser presidente durante la campaña presidencial. Condenaron “pública y directamente sus palabras y acciones. Más específicamente, criticaron su falta de palabras y acciones para denunciar con claridad y fuerza la supremacía blanca que agita las calles de Charlottesville –y de buena parte del país-, que capturó la atención de la nación”. Y del mundo entero, que no da crédito ante estos hechos sin embargo no tan  insólitos del sábado pasado.

Entre tanto, embarcados en una potencial -¿o inminente?- guerra contra Corea del Norte, que tiene con los pelos de punta a literalmente todo mundo, este fin de semana el vicepresidente, Mike Pence hizo una gira por Centro y Suramérica para convencer a los países bajo su égida de que aíslen a Venezuela del resto de las naciones latinoamericanas; y que refuercen el cerco que Estados Unidos ha tendido para deshacerse del último reducto de los gobiernos más o menos progresistas en el Continente, que se oponen a sus planes expansionistas. ¿Será porque Venezuela tiene petróleo?

Toca a la sociedad civil y a los políticos decentes, es decir que luchan por abrirse paso en una democracia imperfecta y lograr niveles de mayor dignidad y potencial equidad económica para su gente, alzar la voz con fuerza y evitar que ahora sí el país no se deslice por el abismo de la violencia.

Si este enfrentamiento mayormente entre ciudadanos blancos contra otros ciudadanos blancos tuvo este saldo violento y mortal, ¿qué pueden esperar negros, latinos y otras minorías? ¡Exacto!: Usted está en lo cierto■

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