Muriéndose por trabajar (primera)

Foto: Naovisa

Foto: Naovisa

Los accidentes laborales de consecuencias fatales son recurrentes, y preocupa que en Estados Unidos los trabajadores latinos tienden a ser los que más mueren por lesiones relacionadas con el trabajo, por lo general realizado en industrias de alto riesgo como la construcción y la agricultura. ¿Qué hay en los latinos que los hace más vulnerables? ¿Cuáles son las causas más comunes de muerte de los latinos en el trabajo? ¿Tiene algo que ver el estatus de inmigración? Y en todo caso, ¿qué se hace por prevenir más muertes? Este es el tema de Línea Abierta que se reseña aquí, donde además de invitados especialistas en la materia, una víctima y un familiar de víctima de graves accidentes en el trabajo comparten sus testimonios al aire, como parte de nuestra serie «Voy Contratado: Derechos del Migrante en Radio”.


Trabajar en industrias de alto riesgo como la construcción y la agricultura suele traer consecuencias funestas y en ocasiones fatales, y esta puede ser una causa que explique por qué los latinos más que ningún otro grupo fallecen por lesiones relacionadas con el trabajo.

De acuerdo al Censo de Lesiones Ocupacionales Fatales del año pasado los trabajadores latinos fueron los que relativamente más aportaron a la triste cuota de muertos en el trabajo. Muchos de ellos se accidentaron fatalmente en incidentes viales, trabajando en tractores de campo, o golpeados por equipos de trabajo. Otros perecieron al exponerse a peligrosas sustancias tóxicas. Otros más por caídas, resbalones o tropezones. Esos son los problemas más comunes, dice en la introducción de esta Línea Abierta Chelis López, su conductora.

José es uno de los invitados de Línea abierta, y es una víctima de un accidente laboral de serias consecuencias. Él participa en este programa desde la ciudad de México. En el año 2010, cuenta, se vino a Estados Unidos, a trabajar en una compañía petrolera. “Mi trabajo era mezclar cerámica”. Llegó a trabajar sin haber sido informado sobre cómo iba a ser su empleo. “Me platicaron cuál era la labor, ya estando allá; y sí, lo aprendí platicando; y sí, lo pude hacer rápido”. La maquina para mezclar cerámica con la que trabajaba José se alimenta de energía de alto voltaje, es grande y pesada, como de un metro y medio de diámetro. “Lo peligroso no lo puedo determinar pero sí se trabaja con mucha energía”. Una mañana como cualquiera otra José llegó a su trabajo y como de costumbre se aplicó correctamente -dice- a su faena cotidiana. Pero en un abrir y cerrar de ojos se cercenó la mano izquierda. “Al ver una puerta de una tolva (vagón), quizás pasó mi mano ahí cerca, digo, no sé, no me explico, verdad, y me jaló la tolva y me la arrancó por completo. En ese momento lo único que veía era sangre, no veía otra cosa. Entonces, vinieron los compañeros a auxiliarme, y ya no supe más. No recuerdo mucho”.


-Tenías un equipo especial para hacer este tipo de trabajo? -pregunta Chelis López.

Pues únicamente el uniforme que dan, y unos guantes y unos lentes bancos de protección para los ojos, que es lo único que dan”. Y en cuanto al entrenamiento laboral, para el desempeño y el uso de la maquinaria, señala José, “realmente no fue un entrenamiento eficaz. Porque la persona que nos instruyó también era uno de los trabajadores, como nosotros; no era un técnico especializado en la máquina. Yo creo que no fue eficaz el conocimiento como para que nosotros tuviéramos las precauciones debidas. Y yo pienso que si nos hubieran informado a detalle un poco más los riesgos que yo tenía al realizar ese tipo de trabajo, pienso que no hubiera tenido este accidente”.

La empresa cubrió los gastos del hospital, que incluyeron una prótesis para su mano, dice José. “Y me dijeron que por el momento me iban a estar pagando una cantidad de dinero semanal, no mucho; y sí lo cumplieron, hasta cierto grado, por cuatro o cinco meses quizás”. Como es de suponer, en esas circunstancias José necesitó el apoyo de su familia y exploró con la empresa la posibilidad de ser trasladado a México. “El ‘estresamiento’ que yo tenía me estaba perturbando mucho, era muy grande. Y en ese momento está uno aturdido y no piensa en el dinero, en lo económico, que después va a hacer mucha falta”. La empresa aceptó que en efecto era buena idea que José regresara a México, que no tenía que haber ningún tipo de problema. Y fue la compañía de seguros de la empresa quien dijo a José que ahí le mandarían los pagos que le pertenecían”.

Cuando José llegó a México la compañía de seguros comenzó a posponer repetidas veces las fechas del envío de sus pagos. “Primero me dijeron que en diciembre, luego que en enero, y espérame tantito… y luego me dicen qué cantidad iba yo a recibir, y hasta la prótesis que me dieron allá; eso cubrió una cantidad, y hasta me dijeron que me iban a dar dos prótesis más, de 15 años de duración cada una, y todo… Pero ya esperé hasta un año, se puede decir, y al final de cuentas no vi nada; y fue entonces que se decidió meter un abogado”. Hasta el momento no ha habido gastos de abogado todavía, señala José, “ni me han dicho cómo me van a cobrar ni cómo va a ser…. La verdad no lo había pensado hasta horita que usted me lo esta preguntando, dice a Chelis López José, a cerca de los detalles de la demanda.

María es otra invitada de Línea Abierta. Es hija de un trabajador que perdió la vida el 22 de abril de 2010 en un accidente laboral, tras haber llegado a trabajar de México a Estados Unidos con una visa de trabajo H2B. De acuerdo con María, quien también se incorpora al programa desde México, dice que su papá era la quinta vez que venía a trabajar a una feria. “Se fue –a EU- ese mismo mes de abril y a los pocos días dejó de hablar a la casa… Pensábamos que a tal vez no había tarjetas para comunicarse para acá… Así estuvimos hasta el día 22 de ese mismo mes cuando nos habla un doctor de Estados Unidos para decirnos que había muerto”. María recuerda que se quedaron sorprendidos porque nadie en la familia se había enterado de que estuviera enfermo. “Así como nos hablaron, fuimos a ver al reclutador, fuimos a su casa, y nos dice que en ese momento se preparaba para salir para acá, para nuestra casa”. Al reclutador le preguntaron por qué no les habían avisado que estaba enfermo, y que qué tenía. “El doctor nos dijo se había lastimado un brazo con un juego; pero como esos juegos están muy ‘sarrozos’ (oxidados), pues nada más los pintan, murió de tétano”. El padre de María estuvo tres días hospitalizado, ahí estuvo en California, cuenta la mujer, y después lo trasladaron a Santa Bárbara para darle atención. “Pero desafortunadamente murió; porque estuvo con unos remedios caseros días antes de que lo internaran”. Esto lo supo la familia cuando el reclutador les entregó un papel donde les informaba que el señor había muerto de los riñones. “Y entonces le digo: ‘Pero cómo se va a morir de los riñones, si el doctor de Estados unidos está hablando claramente a la casa, diciendo que fue de tétano de lo que murió’. Y dice, ‘No, fue de los riñones’. Y en la hoja decía que un compañero también se había lastimado un brazo, y que él estuvo haciendo remedios caseros, porque estaban lejos del doctor”. Al parecer la herida se le fue agravando y el brazo lo tenía demasiado inflamado. “Busqué a aquella persona que supuestamente le estuvo auxiliando, que estuvo con él, y hasta la fecha no he dado con esa persona. Nunca supe quien fue”.

Más tarde la familia supo de otro compañero de trabajo del mismo pueblo que el papá de María, que estuvo también en el mismo hospital. También estaba lastimado. El fierro de un un juego que se desprendió súbitamente le cayó en la nariz, y se la cortó. Este hombre dijo a la familia de María que el papá no podía marcarles porque estaba en el hospital. “Tampoco he podido dar con él”, dice María.

Resulta que ahora el reclutador es el Presidente Municipal del pueblo de María, un puesto que no tenía cuando reclutó a su padre. Este Presidente Municipal todavía se dedica a reclutar trabajadores para enviarlos a Estados Unidos o al extranjero. Posteriormente llega una primera partida de dinero a la familia de María, que va a anteceder a otros envíos por compensación, y más tarde les envían el cuerpo del padre. “Pero primero tuvimos que ir a buscar al recutador, y el reclutador no nos daba la cara; nos decía que no podía hacer nada, que no podía traerlo para acá…”. Entonces se atravesó el fin de semana y llegó el lunes, “y fue cuando me fui a la capital del estado, a Jalapa (Veracruz); fui con mi mamá y junto con mi abuelita, para que nos ayudaran a traer el cuerpo a México, pero nos dijeron que salía en un dineral traerlo para acá. Entonces, hablamos, nos movimos, ‘ora sí que toqué puertas, mandamos cartas al gobernador… y también el consulado mexicano nos apoyó bastante”. Gracias a estas gestiones, ocho días después recibieron el cuerpo del padre, que fue enviado hasta la ciudad de México.

¿La compañía les ofreció dinero, o ustedes recibieron el dinero por parte de otras personas?

No. Fue por parte de los compañeros de él. Se cooperaron, para darle un dinero a mi mamá”. El deceso ocurrió en diciembre, y meses más tarde le llamaron a María del Centro de Derechos del Migrante (CDM); hasta ese momento ella no sabía qué era eso, dice. “Y marcamos el teléfono, pues dijimos, nada perdemos con intentar; más que nada por como se dieron las cosas, de que no nos apoyó… y él no nos dijo en su momento que él estaba enfermo, que le había pasado ese accidente. Por eso fue que empezamos todo”, lo que derivó en una demanda laboral. “Nos comunicamos entonces con el CDM, para que nos apoyaran, y nos dijeron que el proceso iba a ser largo. Y sí, así fue, pero estamos en ese proceso todavía”.

Antes de proceder legalmente con asesoría del CDM dice María que vino a su casa el patrón de su papá. “Vino a México porque cada año hace los trabajadores un convivio”. Los mismos migrantes que se van, se cooperan y hacen una comida, en diciembre, en honor a la Virgen de Guadalupe. Lo organizan año con año y vienen casi siempre todos los dueños de las ferias. “Yo ni sabía de esas comidas porque a mi papá no le gustaba asistir. Pero entonces eso fue lo que hicimos, fuimos y en eso llegó el patrón de la empresa. Me acerqué para hablar con él, para decirle que me explicara cómo había sido el caso”. El patrón le dio a María una tercera versión, lo que María reclamó: “¿mo es posible que me diga eso, si el doctor me dijo una cosa, el reclutador me dijo otra y ahora usted me está diciendo otra cosa? Entonces le digo: ¿Y las pertenencias de mi padre? Y él me dice: ‘No, es que no se pueden traer las pertenencias para México porque no vayan a infectar… o sea, X… Le digo, cuando menos las pertenencias, porque habría que traerlas para acá. Porque se acababa de ir, tenía apenas unos 20 días de haberse ido. Y él dijo que no, que él no podía hacer nada”. Esto fue lo que llevó a María a tomar la decisión de hablar con el CDM. “Porque ellos saben más que uno”, comentó.

En este tipo de trabajos contratan a trabajadores como el padre de María para armar las ferias mecánicas con fierros, con elementos muy pesados y seguramente no les brindan la protección debida. Hasta este momento la familia de María está esperando el resultado de esta demanda

Continúa….

Centro de los Derechos del Migrante: CDM

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