Normalista de Ayotzinapa y testigo presencial de la represión policial explica qué es ser un Ayotzi (primera)

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El asesinato de 3 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, y el secuestro de otros 43 alumnos de esta normal por parte de la policía municipal y pistoleros del narcotráfico en la ciudad de Iguala, Guerrero el 26 de septiembre pasado, sigue sin ser esclarecido. La falta de información veraz por parte del gobierno ha dado paso a múltiples especulaciones sobre estos hechos, que han rebasado incluso la frontera mexicana. La ONU por ejemplo tipifica este caso como uno de desaparición forzada, y el padre Alejandro Solalinde afirma que los desaparecidos fueron asesinados ya, ¡quemados vivos! Mientras, la Procuraduría General de la República en el Distrito Federal se niega a tomar estas declaraciones del activista religioso. Y para dejar que sean los propios protagonistas del suceso quienes relaten los hechos, presentamos aquí la transcripción de una entrevista con Omar García, uno de los sobrevivientes del ataque a los estudiantes normalistas, que la periodista Martha Elena Ramírez, de Voz Pública realizó el pasado 17 de octubre en el programa Línea Abierta, de Radio Bilingüe que ella misma conduce todos los viernes al medio día desde la Ciudad de México.

Entrevista:


Primera parte

Omar García es un estudiante de Licenciatura en Educación Primaria y miembro del Comité Ejecutivo Estudiantil de la Normal Rural de Ayotzinapa…

-¿De dónde te viene la inspiración de ser maestro rural? -pregunta Martha Elena.

Omar:
En parte por la convocatoria que llegó a mi comunidad por parte de los chavos de Ayotzinapa. Las noticias que llegaban de que había una escuela para pobres y pues mis condiciones económicas… yo era uno más de los que pensaba irse para ‘el otro lado’, o dedicarse a la siembra de amapola; porque en mi tierra -yo vivo en la sierra de Guerrero-, se da mucho que el chavalillo de 13 años ya debe tener su propia siembra; es casi obligatorio. Yo logré salir antes de los 12 a estudiar la secundaria, luego el bachillerato y finalmente la carrera.

-¿Cómo era la vida en tu pueblo?

Pues complicada. Mi pueblo es totalmente campesino, con falta de servicios públicos. Apenas llegó la carretera de terracería, la luz eléctrica. Es una población muy chiquita, de unos 200 habitantes. Tenemos mucha agua, mucha tierra, pero están en manos de los caciques del municipio.

-¿Está concentrada la tierra?

No, sino que toda la producción la condicionan nuestros amigos los pelones de esa zona… La dominan. En lugar de sembrar maíz, frijol, los campesinos se ven obligados a sembrar otro tipo de plantitas… Esa es la opción más común de la población. Y ustedes saben que ese es un problema común en el país. Pero nosotros vemos que muchos chavos se van a Estados Unidos, regresan como a los dos años muy galantes, así con todo su dinero que acumularon, pero se lo gastan en pura borrachera; no hacen proyectos como hacer su casa. A futuro no lo hacen, se lo acaban y quieren volver a irse, y el campesino, igual: siembra su amapola, su mariguana, pero nomás para pura borrachera, para puro malgastar el dinero, para comprarse su carrito que por acá se les llama “carros chocolate”; pero no hace proyecto y todo eso tiene qué ver con la educación. O sea, el campesino no está habituado a la administración, a invertir. No tenemos noción de qué hacer con el dinero. Y pasa lo mismo con los programas asistenciales… Sí es cierto, llega Procampo, llega Oportunidades, pero la gente nomás está esperando que llegue el mes para ir a recoger su dinerito; y mientras tanto ya se endeudó en las tiendas. Ya nomás llega el dinero para pagar lo que debe. Entonces, esos programas asistenciales en lugar de contribuir al desarrollo, más bien lo habitúan a una forma de dependencia ¡cruel!, que no nos deja salir del hoyo.

-Cuándo llegó la convocatoria a tu pueblo ¿A ti quién te animó?

Fue inquietud propia. Realmente los padres de familia ven más útil que nos quedemos con ellos en la tierra, o en la casa para ayudarles; el hecho de que me fuera lejos a estudiar les preocupaba, pero respetaron mi decisión. La difusión que hicieron los compañeros era que había una escuela para pobres con internado. Yo no sabía que era eso del internado, pero si sabía que había maestros porque había tenido maestros en la primaria, ¡muy buenos, por cierto!; maestros rurales, egresados de esa escuela. Y que para mi habían sido un ejemplo. Con ellos había aprendido a leer y a escribir, y a hacer otras cosas para mi formación y la de mis paisanos. Entonces yo quería también ser maestro.

-¿Y eso de la organización y de los programas sociales, lo aprendiste también en la escuela?

No, pues uno viene ciego. Cuando uno llega a Ayotzinapa no sabe nada de organización, nada de política, nada en absoluto. Sólo al entrar a la puerta de Ayotzinapa, es cuando empiezas a impregnarte de otro tipo de pensamiento, es eso lo que nos cambia ahí adentro de la normal. Todos estamos marcados por eso, en mayor o menor medida. Nuestros compromisos con la población o con el pueblo a algunos se nos desprende, otros definitivamente permanecemos indiferentes porque queremos simplemente sacar adelante a nuestras familias, pero al final de cuentas se nos impregna algo y tenemos más compromiso con las familias, con el pueblo del que venimos… Algo pasa, bueno o malo, pero nuestra percepción de la realidad cambia…

-¿Qué materias llevan?

La sociedad mexicana piensa que son los maestros de Ayotzinapa los que nos enseñan todo eso. No es así. Está la subdirección Escolar, la subdirección administrativa, la académica, la planta de trabajadores docentes y no docentes; pero ellos no tienen nada qué ver en la formación de la conciencia social del alumno. Hay algo paralelo a ese sistema de enseñanza oficial, y eso lo hace el Comité Ejecutivo, la sociedad de Alumnos Ricardo Flores Magón, a través de su Comité de Orientación Política e Ideológica. Se introducen nuevas materias que no se abordan en el horario de clases, sino en otros, y tenemos que leer más intensamente; si hablamos de educación hay que leer a Paulo Freire, a (Antón) MakarenKo, en aquella Revolución Rusa, a (Jean) Piaget y a otros que tienen qué ver con la educación popular. El programa oficial sí los toca, pero no a fondo, y es esa doble enseñanza, con diferente enfoque lo que hace que un alumno de Ayotzinapa sea diferente al de otro tipo de instituciones.

-Me contaron que tienen una banda de música, de danza, y que visitan los pueblos…

Quienes controlamos, administramos, gestionamos y organizamos todo somos los estudiantes a través de nuestra sociedad de alumnos. La gente en Guerrero sabe que si quiere nuestros clubes de danza, rondalla, banda de guerra y demás, tiene que mandar un oficio, no a la dirección sino al Comité Ejecutivo Estudiantil, que es el que se encarga de llevarlos a cualquier región que lo solicite. Por ejemplo, si nos piden en la Costa Chica, en la Costa Grande, en la Región Montaña, porque hay festividades y ferias anuales -porque Guerrero es así, y México es así-, entonces tenemos que hacer lo necesario para llevar a nuestro club de danza que son 30 compañeros, o la banda de guerra que son más. Y ¿qué hacemos si no tenemos carro oficial, ni un autobús para hacer esos recorridos?, entonces nos vemos obligados a tomarlos prestados de empresas como Estrella de Oro, Estrella Blanca, o la que sea. Nos apalabramos con el chofer, con la empresa, con el compromiso de no dañar la unidad y no maltratar al conductor. Entonces vamos por un carro, lo llevamos a la escuela; los compañeros ensayan, arreglan sus trajes y se van. Y habría de ver cómo los reciben: les hacen mole, les hacen pozole, los reciben con una alegría y una gratitud que sólo en las poblaciones rurales se puede ver.

-¿Oye y qué es eso de viveriar?

Es ir a pedirle a la población que nos ayude con un kilo de arroz, de frijol, o con lo que pueda; porque si nosotros no gestionamos, la escuela se viene a bajo. Todos los años metemos en octubre nuestro pliego petitorio solicitando prioritariamente matrícula de ingreso para los nuevos alumnos. La convocatoria sale en marzo y la difusión se hace en abril; y para ello tenemos que “tomar” más camiones para ir a todas la regiones a repartir fichas.

-¿Así como cuando llegaron a tu comunidad?

Exactamente. Quienes llegaron a mi municipio fue gente de Ayotzinapa, en un autobús que no era de ellos, pero que andaban invitado a la gente a incorporarse a esa escuela. Entonces si nosotros no gestionamos, nadie lo hace. Ni el director ni el subdirector. Nosotros somos los que gestionamos, metemos oficios a la Secretaría de Educación Guerrero, o a las diferentes instancias; dependiendo si las demandas son académicas, económicas, materiales o de infraestructura. De acuerdo a eso pedimos, nos notifican de recibido, pedimos una audiencia para discutir los puntos de nuestro pliego petitorio; si no nos la dan pedimos otra; damos chances hasta tres veces, y si se va retrasando dos tres meses, entonces empieza los movimientos, la presión, las protestas de que queremos audiencia para que puedan llegar los recursos para el comedor de ese año y para los nuevos alumnos. Para que la federación no olvide que tiene a Ayotzinapa en Guerrero. Pero nosotros nunca hemos hecho nada sin haber agotado la parte legal en primer instancia.

-¿Eso fue lo que pasó en 2011?

Sí, fue el 12 de diciembre, faltaban 8 días para terminar el año y se acababa el tiempo para asignar el presupuesto, por eso protestamos. No hubo audiencia, ni minuta, y (Ángel) Aguirre ya nos había cancelado la audiencia en tres ocasiones, y eso fue lo que desembocó en aquel conflicto.

Continúa…

Programa completo de Línea Abierta el 17 de octubre de 2014

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