Vivir en las sombras: Barreras lingüísticas para refugiados en el sistema de salud

De Erika Beras, Reporting on Health Collaborative

La terapeuta Julanne Bibro-Ruch trabaja con Adu Sit, refugiado birmano en el Squirrel Hill Health Center. Hay un intérprete en el teléfono activado en función de altavoz. Foto: Erika Beras / Reporting on Health Collaborative

La terapeuta Julanne Bibro-Ruch trabaja con Adu Sit, refugiado birmano en el Squirrel Hill Health Center. Hay un intérprete en el teléfono activado en función de altavoz.
Foto: Erika Beras / Reporting on Health Collaborative

A la hora en que la Unidad Móvil del Squirrel Hill Health Center abre sus puertas en la comunidad de Prospect Park en Pittsburgh, ya hay personas esperando en la fila que buscan recibir ayuda.

La unidad móvil se establece en este vecindario repleto de refugiados algunos días al mes. El equipo cuenta con un doctor y un asistente médico, este último es un refugiado iraquí que habla árabe. Este equipo que presta sus servicios en un autobús también cuenta con Praves Wagley, refugiado butanés perteneciente al grupo étnico nepalés que sirve como traductor para muchas de las personas que acuden en busca de ayuda. De todas las comunidades en la zona, la comunidad butanesa se considera la más numerosa y se calcula que la integran unas 4.000 personas.

Intentar tener acceso al sistema de atención a la salud sin conocimientos de inglés causa con frecuencia que los refugiados de Pittsburgh queden atrapados en las barreras lingüísticas.

Personas con todo tipo de enfermedades y demás problemas se acercan a la clínica móvil. Meunka Tamang, de 21 años que recibe beneficios de Medicaid, visitó recientemente la clínica un día por la tarde. Había visitado la sala de urgencias a comienzos de la semana debido a un dolor abdominal y debía hacer un seguimiento con su proveedor de atención de la salud. Llegó con una bolsa llena de comprimidos con receta médica pidiendo que alguien le tradujera lo que decían las etiquetas, ya que estaba confundida sobre el momento del día en que debía tomarlos y los efectos que podían causar. Tenía preguntas sobre los síntomas posteriores al tratamiento y necesitaba que un médico le diera una carta justificando su ausencia al trabajo como empleada doméstica para toda la semana.

Muchos de los pacientes que llegan a la clínica comparten inquietudes semejantes. Si bien algunos se acercan a la clínica porque han fijado citas médicas, otros llegan con cartas de hospitales, agencias estatales, compañías de seguros o incluso de compañías de servicios públicos. Necesitan que alguien les traduzca estos documentos.

La clínica está siendo pionera en algunos aspectos. Hace mucho tiempo que los médicos en Pittsburgh deben lidiar con grandes poblaciones de pacientes que no hablan inglés. Y la clínica es uno de los pocos lugares de la ciudad donde estas personas saben que pueden contar con los servicios de un intérprete al acceder a la atención de la salud Esto es cierto, aunque por ley los proveedores de la atención de la salud que reciben fondos federales supuestamente deben ofrecer servicios de interpretación.

Pittsburgh supo ser un centro importante de inmigración. Los inmigrantes de Europa y del Medio Oriente, así como también los migrantes negros del sur de EE. UU. contribuyeron a la construcción de esta ciudad y su desarrollo actual. Pero cuando la industria comenzó a desmoronarse en la década de 1970, una gran cantidad de personas comenzó a dejar la ciudad. Y nadie se estableció en Pittsburgh durante mucho tiempo.

Hace pocos años que las cifras de los censos han comenzado a aumentar. Este aumento se debe en parte a los jóvenes que se mudan a Pittsburgh desde otras ciudades, pero también se debe a los refugiados. Cuatro agencias ayudaron con el reasentamiento de varios miles de personas en esta zona, mientras que otros individuos se mudaron a Pittsburgh luego de haber sido reasentados en otro lugar.

En algunos aspectos Pittsburgh parece ser la combinación perfecta: hay suficiente trabajo y viviendas asequibles. Pero en otros aspectos esenciales, no es para nada la combinación perfecta.

«Pittsburgh se encuentra aproximadamente 20 años rezagada en materia de la inmigración con respecto al resto del país», señala Barbara Murock, encargada de Immigrants and International Initiative del Departamento de Servicios Humanos del Condado Allegheny. «Continuamos aprendiendo y hemos alcanzado un punto de inflexión ya que tenemos una cantidad importante de inmigrantes para los que debemos crear sistemas, programas y vías para que estas personas puedan obtener los servicios que necesitan».

Dichos servicios incluyen todo, desde contar con intérpretes de una variedad de idiomas en los tribunales y las escuelas, así como también en los centros de rehabilitación de drogas y alcohol.

Sin embargo, para lograr que dichos servicios estén disponibles para estas personas se requiere mucho más que servicios lingüísticos. En el caso de los refugiados, buena parte de su incomprensión se debe a diferencias culturales.

Cuando Jean Elomba se reasentó aquí desde el Congo hablaba kinyamulenge y tuvo muchas dificultades para lidiar con muchos aspectos, desde entender el sistema de transporte público a las estanterías del supermercado.

«Cuando uno llega aquí desde el Congo es casi como llegar a otro planeta», dice.

Y sólo se trataba de sus necesidades básicas. Las barreras aumentan cuando se trata de tener acceso a la atención de la salud, en particular la atención de la salud mental.

En algunas lenguas y culturas no existen términos equivalentes para la depresión, el trauma, la bipolaridad o el autismo. En lo que respecta a la salud mental, con frecuencia conlleva un estigma.

Marco Gemignani es profesor de psicología en Duquesne University. Cuando era joven trabajó en campos de refugiados en Bosnia. Ahora sus estudiantes trabajan con los refugiados recién llegados en Catholic Charities de Pittsburgh.

Gemignani afirma que buscar servicios de salud mental puede resultar extraño o inaceptable en algunas culturas.

«Los pacientes que provienen de sociedades más colectivas y desean realizar una terapia individual son percibidos por el resto como culpables de un acto egoísta, ya que buscan cuidar más de sí mismos que de la familia ampliada o de la comunidad de la que provienen», señala.

Los que trabajan en el campo afirman que los refugiados no acuden generalmente a las clínicas en busca de servicios de salud mental. En vez, acuden con síntomas físicos que son indicadores de otros problemas, síntomas como dolor de cabeza o de estómago, o dificultades para dormir.

Este es el caso de Adu Sit, refugiado birmano que acudió al Squirrel Hill Health Center de Pittsburgh porque tenía dificultades para dormir. Se lo remitió a la terapeuta Julanne Bibro-Ruch que atiende en el centro. Los médicos señalan que genera un estigma menor enviar a un paciente a otro médico que atienda en el mismo centro que enviarlo a otra clínica.

En una pequeña oficina, las dos personas se miran cara a cara y tienen un teléfono activado en función de altavoz. En la línea está un traductor birmano de Pacific Interpreters, una empresa de la Costa Oeste. Mientras el paciente y la terapeuta hablan en su idioma materno, pueden mirarse con detenimiento, observando la mirada de cada uno y prestando atención a las manos y los movimientos corporales.

Sit, de 38 años, hace dos años que está en Pittsburgh y sufre un caso de depresión situacional. Se está separando de su esposa. No habla inglés y Bibro-Ruch no habla birmano. Pero se conocieron previamente y Sit dice que ahora confía en ella como si fuera parte de su familia.

«La última vez me sentí más deprimido y muy triste, pero esta vez pude abrirme más y realmente pude hablar sobre la situación de mi familia», dice.

Los servicios de traducción son costosos y no siempre de fácil acceso. El costo de un intérprete, aunque sea por teléfono, puede ser alto. Los servicios de traducción que emplea el centro ascienden a un promedio de 5.000 dólares por mes. También usan intérpretes in-situ, miembros del personal que hablan diversos idiomas.

Y si bien es útil emplear traductores como Praves Wagley en la clínica móvil, también existe inquietud en relación con temas de privacidad y de información que se pueda divulgar en las comunidades aisladas. Puede haber miles de congoleses en una comunidad, pero el grupo que habla la lengua kinyamulenge es diferente de la que habla suahili, de la que habla lingala y de la que habla francés.

En el último recuento, el Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh ofreció servicios de interpretación en más de 200 idiomas. Se espera que esta cantidad continúe creciendo a medida que aumentan los refugiados en la comunidad.

LOGO ROH_SOMBRASSobre Vivir en Las Sombras: Este proyecto es el resultado del Reporting On Health Collaborative (Informe en Colaboración sobre la Salud), en el que participan Mundo Hispánico en Atlanta, New America Media en California y Nueva York, Radio Bilingüe en Oakland, WESA Pittsburgh (afiliada de NPR) Univisión Los Ángeles (KMEX 34); Univisión Arizona (KTVW 33) y ReportingonHealth.org. Este proyecto en colaboración es una iniciativa de The California Endowment Health Journalism Fellowships de la Facultad Annenberg de Comunicación y Periodismo de la University of Southern California.

¡Sus opiniones y comentarios son bienvenidos! Por favor comparta sus pensamientos e ideas acerca de Vivir en Las Sombras. Tú también eres parte de la historia y te invitamos a compartir tu perspectiva y experiencias escribiendo a immigranthealth@reportingonhealth.org. También puedes llamarnos al (213) 640-7534 o compartir una conversación sobre estos temas en Facebook a https://www.facebook.com/immigrantshealth y Twitter a @immighealth.

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